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Faltaban veinte minutos
para que dieran las ocho de la tarde. Rubén caminaba hacia la calle del Limón,
con la bolsa colgada al hombro, ajeno a toda la actividad que se desarrollaba
entre los barrios de Malasaña y Conde Duque. Era una de las zonas de
Madrid que había renacido, se había reinventado, creando una amalgama de
comercios, museos, teatros, bares y restaurantes originales y exclusivos. Allí se
podía encontrar toda la oferta de ocio de los grandes barrios pero también la
cercanía de los clásicos con pequeños comercios artesanales. Tan pronto podías
pasarte por el Mür Café de estilo
inglés donde tomar un té o café en sillones Chester
como ir a Olive, decorado con cierto
estilo vintage en el que todo estaba
pintado a mano; y si gustaba más el ambiente nórdico, Federal Café era el ideal. Aquella tarde las terrazas estaban
completas. Hacía buen tiempo y era la hora de la transición entre el café y la
cerveza fresca. En cualquier caso, todo motivo era suficiente para sentarse a
charlar después de un largo día.
Estaba cerca del Centro Cultural Conde Duque cuando
descubrió nuevamente a la persona de la moto negra. Parecía que lo estaba
esperando. Se detuvo y miró largo rato sin apenas pestañear. Aunque tenía el
casco puesto supo que había un cruce de miradas. No sabría precisar cuanto
tiempo duró. Les separaba unos trece metros aproximadamente. Puso en marcha la
moto y lentamente, sin apartar la mirada, pasó por delante de él hacia la calle
Princesa. Rubén contuvo la
respiración. Su mano derecha sujetaba con fuerza la bolsa de lona en un acto
instintivo. Respiró profundamente intentando calmarse y continuó hacia la
tienda de antigüedades.
-¿Qué te ha pasado? –Preguntó
Isabel- Parece que has visto un fantasma.
-Más que un fantasma, he
visto al mismo diablo. O a uno de sus acólitos. Quien sabe. Últimamente está la
gente neurótica –respondió irónicamente intentando dar poca importancia al
incidente.
-Yo también presiento que
nos vigilan.
-Ahora que no tenemos
micrófonos y localizadores, necesitan controlarnos más de cerca.
Isabel asintió con
resignación mientras se quitaba el pequeño auricular de la oreja.
-Nuestro amigo César y yo
hemos tenido una larga charla esta tarde. Literatura, para ser más precisos
-Rubén tardó en reaccionar. No sabía de qué hablaba. Isabel lo miraba divertida
ante la cara de desconcierto-. De verdad, a veces eres un poco cortito de
mente.
-Ve al grano, que no
estoy para criptogramas.
-Hemos hablado de la obra
de Julio Verne –continuó sin hacer caso al comentario-. Estoy convencida de que
en la mayoría de sus obras hay criptogramas, mensajes ocultos. Incluso su tumba
sigue siendo un misterio. Naturalmente César niega que haya un lenguaje
hermético debajo de las historias extraordinarias. Y le he retado. Le he
apostado a cualquier cuadro de los que tenemos en el sótano de que estoy en lo
cierto. Y para ello he enviado documentación sobre el tema, empezando por “Viaje al centro de la tierra”, el
fantástico viaje al volcán Sneffels.
-¿Nada más? –preguntó
Rubén esperando algo interesante.
-¿Qué más quieres? Le he
mandado el archivo por correo electrónico –no veía a Rubén muy convencido-.
Sigues siendo cortito. Le he enviado un archivo encriptado con la contraseña Sneffels. Cuando lo abra solo encontrará
un pasaje del libro, cuando entran en la cueva, a doble espacio. Las supuestas
líneas en blanco intermedias están escritas en color blanco para que se oculten
con el color de la pantalla. Espero que cambie el color de los párrafos y pueda
leer el mensaje:
«César, estamos convencidos de que tras la última capa de pintura del
Jardín Dorado, que Parisi esconde, hay otra anterior con un mensaje.
Necesitamos que te pongas en contacto con ella discretamente y mande hacer un
escaneo con rayos X. Es muy urgente».
En la esquina inferior
derecha de la pantalla apareció un mensaje de nuevo correo. Isabel se sentó
frente al teclado y pulsó el ratón.
-Ya tenemos contestación:
«Debo admitir que tienes razón, mi querida Isabel. Nunca hubiera pensado leer
entre líneas. Reconozco mi derrota. Siempre tuyo. César Bloziat» -miró a Rubén
con una sonrisa de triunfo-. Ahora nos toca pensar como sacar los tres lienzos
de la tienda sin que nadie lo sepa y enviarlos a su análisis por rayor X.
-¿Dónde vamos a enviar
los lienzos?
-En el Museo del Prado sigue trabajando Julia
como restauradora. Ella nos ayudará. El problema está en quien se encargará del
transporte y de qué forma.
-Hay muchas formas pero
puede llamar la atención. En un portalienzos es demasiado evidente, una caja
alargada llama la atención, la funda de un violonchelo…demasiado clásico. Tiene
que pasar totalmente desapercibido para que no lo intercepten por el camino.
-Tampoco puede ser a
través de una empresa de mensajería, los lienzos deben llegar directamente sin
que nadie lo sepa –añadió Isabel.
Rubén caminó por el
estudio cabizbajo entre las líneas inclinadas de luz que entraban por la
ventana. El hechizo de las máscaras africanas parecía haber desaparecido. Ahora
eran figuras de madera oblongas, de ojos grandes y boca bien pronunciada.
Permanecieron en silencio unos minutos hasta que Rubén cogió su Smartphone y
abrió la aplicación de mensajería.
-¿Se te ha ocurrido algo?
–preguntó curiosa.
-Sí. Vamos a conseguir
que BJ lleve una pierna escayolada.
Isabel se echó a reír.
Accedió al Chat cifrado y
envió un mensaje:
>> ULISES [Inactivo]
>> RC.5
[Activo]
>> IS.3 [Inactivo]
>> RC.5
ULISES necesito que te
rompas una pierna.
Pasado un minuto el
dispositivo de BJ se activó pero no respondió.
-Supongo que estará
resolviendo el significado del mensaje –dijo Rubén.
>> ULISES
¿Se puede saber qué te
has fumado hoy?
¿Estás majara?
Rómpete la pierna tu…no
te jode.
>> RC.5
Es por una buena causa.
>> ULISES
Una buena causa es
partirme una pierna practicando Parkour
>> RC.5
Tenemos un trabajo para ti.
Es peligroso.
>> ULISES
Qué sorpresa!!!!
>> RC.5
Tienes que llevar un
paquete sin que nadie lo sepa. IS.3 y yo hemos pensado que te encargues del
trabajo.
>> ULISES
En qué consiste
>> RC.5
¿Puedes escayolarte una
pierna y esconder dentro tres lienzos?
>> ULISES
No habría problema. Mis
colegas del taller de teatro pueden ayudarme.
>> RC.5
Tendrás que preparar la
escayola y partirla en dos trozos de modo que, cuando llegues a la tienda, te
la puedas quitar para poner los lienzos. Luego la llevarás a un determinado
lugar donde te esperarán.
>> ULISES
¿Y ese lugar es…?
>> RC.5
Lo sabrás cuando vengas.
Son las ocho y cuarto de la tarde. Prepáralo. Te avisaremos cuando tienes que
venir.
>> ULISES
OK.
Isabel le miró esperando
saber cual era el siguiente paso.
-Ahora debemos pensar
donde entregar los lienzos. Se me había ocurrido en un lugar donde BJ se siente
cómodo.
-¿El Bar Automático por
ejemplo? –preguntó retóricamente.
-Sería una buena idea.
-Bien. Voy a llamar a
Julia para que mande a alguien al bar. A las diez creo que es buena hora. Habrá
mucha gente.
-Espera –Rubén sacó de su
bolsa de lona un teléfono móvil-. Llámala desde este teléfono. He comprado una
tarjeta prepago. Desde este teléfono podrás hablar más segura.
***
A las nueve y cuarto de
la noche BJ llegó a la tienda de antigüedades apoyado en unas muletas mientas
intentaba caminar con la pierna derecha escayolada. Saludó con normalidad a
Isabel, intercambiaron varios comentarios sobre la pierna y entró como un amigo
cualquiera. En el tercer salón de la planta baja, entre muebles orientales, BJ
quitó el vendaje que mantenía unidos los dos trozos. Como si fueran moldes, fue
separándolos cuidadosamente y enrolló los lienzos especialmente protegidos a su
pierna. Luego volvieron a juntar la escayola y sujetarla con el vendaje. A
pesar de sentirse incómodo, podía perfectamente moverse sin que afectara a las
pinturas. Caminó por la estancia con las muletas y confirmó que los lienzos
estaban bien adheridos a la pierna.
-La forma de reconoceros
será la escayola y dos palabras clave. Tú le preguntarás como está su madre y
él te responderá que en Roma –Isabel lo miró fijamente cerciorándose de que lo
había comprendido.
-Lo pillo. No te
preocupes.
Esperaron unos minutos
más y salió de la tienda lentamente.
-Espera un momento –dijo
Isabel-. Toma esta carpeta. Que parezca que has venido a por una documentación.
Una visita tan corta no es muy normal.
BJ sonrió.
-Tranquila, mis colegas
están vigilando.
Isabel esperó en la
puerta viendo como marchaba hacia el metro. No veía a nadie sospechoso por las
inmediaciones y menos aún siguiéndole. Respiró tranquila.
***
BJ bajó dirección a la
entrada de metro Noviciado, cogió la
línea 2, dirección Sol, e hizo
transbordo a la línea 1 hasta Atocha,
una parada antes de llegar a la estación. Desde la plaza del Emperador Carlos V se dirigió hacia el
sur pasando por el Centro de Arte Reina
Sofía. Al final del edificio estaba la calle Argumosa.
En el Bar Automático
apenas había sitio para tomar una cerveza. Todas las mesas estaban ocupadas y en
la barra quedaba libre la parte de los camareros. BJ miró con disimulo
esperando que alguien se fijara en su pierna. «Demasiada gente hay aquí», pensó.
Miró hacia el rincón donde solía sentarse, debajo del espejo redondo, y
descubrió a una pareja que le miraban. El joven se levantó y marchó al servicio
de caballeros. JB esperó unos segundos y lo siguió.
-¿Eres BJ?
-¿Cómo está tu madre?
–preguntó saltándose los protocolos sociales.
-En Roma –contestó el
joven.
-Sí, soy BJ.
Comenzó a deshacer la
venda, quitó la escayola y con sumo cuidado fue despegando los lienzos de la
pierna. Pronto sintió como el sudor recorría la pantorrilla mientras el aire refrescaba
aquella zona. Se sintió aliviado de poder moverla.
Acto seguido el joven
introdujo los lienzos en un tubo portaplanos y salió hacia la mesa donde
esperaba su amiga. BJ sacó una bolsa de plástico del bolsillo del pantalón y
guardó la escayola. Esperó unos minutos y se dirigió hacia la barra. Mientras
pedía una cerveza bien fresca, la pareja salió a la calle charlando
distendidamente. No hubo cruce de miradas.
A través del chat
cifrado, BJ confirmó que el paquete había salido.
***
La pareja recorrió el Paseo del Prado como si fueran dos
estudiantes de arquitectura. Él llevaba el tubo portaplanos a modo de bandolera
con aire distraído mientras la muchacha sostenía una carpeta verde de dibujo
con cintas. La conversación era de lo más trivial, procurando no hacer
comentarios sobre lo que estaban haciendo. A la altura de la plaza de Cánovas del Castillo giraron hacia
calle de Felipe bordeando el Museo del Prado. Su destino no era
aquel, estaba al otro lado, colindante con la iglesia de San Jerónimo el Real. Dieron las diez y media de la noche nada más
entrar en la calle de Ruiz de Alarcón.
Pasaron por delante de la misma iglesia, de estilo gótico y renacentista, donde
décadas antes contrajeron nupcias el rey Juan Carlos I y la reina Sofía. Sin
embargo, era en el antiguo claustro donde Julia aguardaba impaciente. Se
trataba de un edificio de tres plantas, estilo modernista de ladrillo rojo y
granito, creación del arquitecto Rafael Moneo. La fachada principal estaba
alineada con la de la iglesia, situada en un plano superior, por lo que desde
la entrada principal había que subir unas escaleras hasta otra más pequeña.
-¿Os ha seguido alguien?
–preguntó Julia. Ambos negaron con la cabeza mientras el joven se descolgaba el
tubo -. Muchas gracias. Os debo una.
Julia entró en el
edificio hacia el taller de restauración del Museo del Prado. A pesar de los años, seguía siendo la misma, como
una modelo de Leonardo. Atrás quedó su trabajo en una buhardilla de Madrid,
restaurando bajo la luz de una claraboya. El mismo lugar donde descubrió el
misterio del cuadro de Pieter Van Huys.
Sin embargo, seguía trabajando para el Museo del Prado. El tiempo, talento y
disciplina le habían dado la suficiente experiencia para ser considerada una de
las mejores expertas en restauración del mundo.
El taller del museo era
tranquilo. Aunque ya había anochecido, podía verse la luz de la luna por los
grandes ventanales arqueados del antiguo claustro. Caminó entre un sinfín de cuadros
que estaban siendo restaurados, focos, caballetes, mesas y estanterías hasta bajar
al laboratorio, situado en una especie de bunker, donde se hacían las pruebas con
rayos x, espectografías con infrarrojos, microscopías ópticas con luz
ultravioleta y cromatografías que permitían analizar componentes orgánicos.
***
La mágica atmósfera del
estudio de Isabel volvió a reinar. Era como si el resto del mundo se hubiera
evaporado y solo imperara la oscuridad frente a la luz de las pantallas. Hasta ese
momento no había reparado en lo útiles que podían ser las tinieblas y las
sombras. Sin ellas no habría ese punto de luminosidad, de destello, de lucidez.
Rubén estaba inmerso en estos pensamientos mientras vertía café recién
preparado en una taza. El centro del estudio parecía una burbuja de luz que se
abría paso a duras penas. Sin saber por qué, le consolaba tener cerca las
máscaras africanas y las lanzas de los viejos guerreros. Sentía cierta
protección física y espiritual.
-Hasta que no tengamos
los resultados no podemos hacer nada –dijo Isabel acomodándose en la silla
acolchada y poniendo los pies descalzos sobre la mesa.
-O quizás sí. He acotado
el área de búsqueda del oro de la República española.
Isabel bajó los pies y
giró la silla hacia Rubén. La luz de las pantallas se proyectaba a su espalda
convirtiéndola en una sombra.
-¿Qué has descubierto?
-De todo un poco.
Información curiosa, demasiado densa y datos que pueden ayudarnos –Rubén se
sentó junto a ella más relajado, echando la cabeza hacia el respaldo y
extendiendo los brazos hacia delante como si fuera a meditar. Ambos miraban al
otro lado del estudio donde estaban colgados objetos y máscaras de distintas
culturas-. El primer lugar de la lista es Gori,
una pequeña ciudad de Georgia,
conocida por sus innumerables cuevas. De hecho, la casa donde vivió Stalin,
aunque era de madera, se extendía por una cueva. En Gori nació Stalin el 21 de
diciembre de 1879. Fue hijo de un zapatero conocido como Vissarión Dzhugashvili y una sirvienta llamada Yekaterina Gueladze. Allí pasó su infancia y estudió en la escuela
parroquial. A los once años de edad Stalin fue atropellado por un faetón siendo trasladado inmediatamente
a Tiflis, capital de Georgia, para
recibir tratamiento médico. Esta es la segunda localización. Continuó en esta
ciudad donde comenzó a trabajar como aprendiz en una fábrica. Sin embargo, su
madre estaba dispuesta a hacer lo que fuera por que su hijo estudiara. Yekaterina
era una mujer de carácter y muy devota de la Iglesia Ortodoxa. Consiguió que
volviera a Gori para terminar sus estudios básicos y con quince años marchó
nuevamente a Tiflis para matricularse en el seminario. Durante cinco largos
años estuvo internado hasta que fue expulsado antes de finalizar los exámenes.
-Parece que fue un chico rebelde
desde el principio –comentó Isabel.
-Pues sí. Lo curioso es
que en aquella institución había más espíritu revolucionario que ortodoxo. Stalin
alternó la teología como seminarista con las ideas revolucionarias marxistas. Esta
es una importante etapa en Tiflis porque va naciendo el verdadero Stalin revolucionario.
Entró en contacto con grupos militares que habían sido desterrados en el
Cáucaso y se adhirió al Messamé-Dassi
o La Tercera Vía, el partido socialdemócrata georgiano. Tras abandonar el
seminario tuvo clara su vocación: dedicarse por entero a la lucha política.
-Pero la lucha política
no le daba de comer, supongo. ¿De qué vivía?
-Inicialmente se ganó la
vida dando clases particulares y luego en el Observatorio astronómico. En
Tiflis preparó su primera manifestación en la que pudo reunir unos quinientos
obreros y pronunciar su primer discurso político. Ya no se dirigía a un grupo
reducido de intelectuales, se presentaba como un futuro líder. Su actividad
política llevó a la Ojrana o policía
a controlarlo.
-Había comenzado la
verdadera revolución –sentenció Isabel.
-La revolución y la
clandestinidad, para ser más exactos –Rubén la miró con una sonrisa enigmática-.
Hasta que no se consolidó en el Partido Comunista, tuvo una vida dura y
agitada. A partir de 1901 se libró de las distintas redadas policiales. No
tenía domicilio fijo, cambia de nombre y se proveía de documentación falsa. Uno
de los lugares clandestinos importantes fue Bakú, la capital de Azerbaiyán. Y digo importante porque es el
tercer posible enclave. En Bakú creó una imprenta clandestina con el nombre en
clave de Nina. Esta imprenta fue una
pieza fundamental en la propaganda marxista de Stalin. Para la organización,
era el tesoro más preciado. Panfletos, proclamas, octavillas, periódicos y
libros salían en cestas de mimbre para repartirlas a otras regiones fuera del
Cáucaso. Para Stalin supuso un logro importante y fundamental en su lucha. En
esa imprenta apareció el primer periódico marxista en lengua georgiana, Brdzola, lo que permitía difundir las
ideas marxistas a las clases obreras que no sabían ruso en el Cáucaso –Rubén hizo
una pausa-. En 1902 es detenido por primera vez y encarcelado en varios
lugares, incluida Siberia. Comenzaron las revueltas, huelgas y manifestaciones.
Consiguió huir hacia Tiflis. Sus viajes entre esta ciudad y Bakú fueron
constantes. Son los dos puntos importantes de su lucha. Los conoció muy bien, se
sentía cómodo, a pesar de su persecución. Prueba de ello fue la utilización del
Observatorio astronómico donde Stalin trabajó para esconder el dinero que un
escuadrón de soldados bolcheviques había conseguido tras atacar un furgón
blindado.
-Todo era legal si servía
para la causa –comentó Isabel-. Así que Tiflis y Bakú son los dos puntos más
calientes.
-En todos los sentidos –ironizó
Rubén-. Volvió a ser detenido, encarcelado, deportado, desterrado y fugado. Sus
movimientos fuera del Cáucaso eran rápidos. Los lugares que visitaba no tenían
la más mínima importancia. No eran puntos neurálgicos, más bien una especie de
transición antes de asentarse en Moscú. La Revolución de 1917 libera a Stalin
de Siberia y comienza su meteórica carrera hacia el Olimpo soviético.
-¿Y los demás lugares?
-El Kremlin, residencia oficial del gobierno, está descartado. Otro posible lugar pudo ser Sochi, una ciudad rusa cerca del límite
con Georgia. Allí se encontraba la villa donde Stalin pasaba el verano. Es un
edificio singular, pintado totalmente de verde para camuflarse con la vegetación
y evitar ser visto desde el aire, el mar o desde las montañas Akhun. Stalin fue
un paranoico de la seguridad. El problema está en que se convirtió en un hotel
allá por 1991. Pertenece a un consorcio integrado por el Estado, la petrolera
Lukoil y otras empresas rusas.
-¿Por qué lo descartas?
-El convertirlo en un hotel
supone reformas, adaptación de la estructura interna y cimientos. Con las obras
se hubiera localizado el oro y el magnate Dmitri Prestupleniye no se molestaría
en montar este control sobre nosotros. Además, quizás una de esas empresas rusas
sean suyas, lo que le permitiría buscar sin problemas.
-Por tanto, habrá que
centrarse en Gori, Tiflis y Bakú.
-A no ser que descubramos
algo nuevo en los lienzos de Víktor Petrograd.
Isabel se giró mirando a
Rubén con ojos destellantes. Estaba emocionada de pensar que tras las pinturas
aún quedaban nuevos secretos por desvelar. Aquel pintor ruso no dejaba de
sorprenderle. Solo quedaba esperar los resultados de los análisis de rayos x
para continuar con la investigación.