jueves, 11 de mayo de 2017

El cuadro. Capítulo 8



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Apenas durmieron unas horas. A las seis y media de la mañana tomaban un desayuno continental mientras reservaban dos billetes de tren a través de Internet. Saldrían desde la estación Marseille-Saint-Charles a las ocho. César se había comprometido a pagar los billetes con su tarjeta para evitar dejar rastro. Y mientras Isabel y Rubén viajaban por tierra, el anticuario marsellés se encargaría de recoger el equipaje del Hôtel La Residence Du Vieux Port y enviarlo a través de una empresa de transporte. Desde aquel momento serviría de enlace con Parisi y de apoyo de Isabel y Rubén en Francia.

Lo cierto es que había una mezcla de intereses personales y profesionales. Era indudable su hospitalidad en aquellas difíciles circunstancias. Se trataba de una persona íntegra, generosa, capaz de ayudar a los amigos incondicionalmente, sin hacer preguntas. Y por esa amistad desinteresada recibía, en la mayoría de las ocasiones, un trato de favor cuando se negociaban operaciones de compra y venta, transacciones importantes. Y, como si fuera un buen periodista, había acordado con Isabel y Rubén la exclusiva de todo. Presentía que de aquello se iba a sacar provecho, había un gran negocio en bruto.


El Tren de Alta Velocidad salió a la hora prevista. El tiempo estimado de viaje era de unas ocho horas. Partían de Marsella pasando por Aix-en-Provence, Avignon, Nimes, Montpellier, Béziers, Narbonne, Perpignan, Figueres, Gerona, Barcelona, Tarragona y Zaragoza hasta llegar a Madrid, en la Estación de Atocha. Ambos estaban cansados. A pesar de los cuidados de Isabel y los analgésicos, Rubén seguía sintiendo molestias en el pecho y costado. Solo quería dormir una semana, descansar y reponer fuerzas. Apenas cruzaron palabras. Ella fue la primera en sucumbir en un profundo sueño mientras miraba por la ventana las verdes montañas. El tren no hacía ruido y, menos aún, podía apreciarse un balanceo. Daba la sensación de que estaba parado de no ser por el fugaz paso de árboles y vegetación producto de los 300 kilómetros por hora.

A las once de la mañana el tono del smartphone de Isabel la despertó bruscamente. Desorientada, miró a su alrededor intentando ubicarse hasta posar la vista en el teléfono. La pantalla mostraba la foto de perfil de Parisi. Lo cogió intentando reponerse y contestó. La conversación duró menos de un minuto. Isabel quedó muda, con el semblante serio y el ceño fruncido. Algo habia ocurrido. Lanzó a Rubén la funda del teléfono para despertarlo y llamar su atención.

-¿Qué ocurre? - preguntó Rubén desconcertado.

-Mr. Canetnes ha fallecido. Anoche le dio un infarto.

¿Era casualidad que después de hablar con él en el Bar de la Marine sufriera un infarto? Se había cobrado otra víctima. Ya eran dos. Rubén accedió a la aplicación de mensajería que BJ diseñó para comunicarse. Parecía haber modificado la interfaz de la aplicación. Durante unos segundos se actualizó automáticamente y reinició el smartphone. Igual procedimiento se realizó en el terminal de Isabel. De nuevo entró en la aplicación hasta el Menú Principal. Eligió la opción de Chat cifrado accediendo a la vista conversación.

>> ULISES [Inactivo]
>> RC.5 [Activo]
>> IS.3 [Activo]

Transcurrieron unos minutos con el cursor parpadeando. La interfaz se asemejaba al antiguo sistema operativo MS-DOS. Al contrario que la aplicación WhatsApp, este era un entorno simple, sin imágenes ni diseño gráfico.

>> ULISES
¿Cómo estáis? Me teníais preocupado

>> RC.5
Han surgido algunos problemas

>> ULISES
Pues no será nada comparado con lo que tenéis aquí

>> RC.5
¿A qué te refieres?

>> ULISES
Habéis estado controlados. Una pasada. He limpiado la tienda y tu apartamento. También he cambiado los protocolos de seguridad del servidor de la tienda y las aplicaciones de mensajería.

>> RC.5
Ya me he dado cuenta cuando se ha actualizado la aplicación

>> ULISES
Espero que con la nueva compresión y cifrado de datos tengamos más privacidad. Por cierto, me he tomado la libertad de comprar un Troyano en la Deep Web

>> RC.5
:(

>> ULISES
Tranqui, he modificado el código fuente. Está instalado en el servidor de la tienda y preparado para registrar todo tipo de actividad. Es un troyano potente. Una pasada.
Me permitirá controlar todo en modo silencioso y proteger el sistema. Si intentan entrar de nuevo, el troyano me avisa y activa un ataque de denegación de servicio junto con otros miles de ordenadores hasta bloquearlo. Además dispone la opción de evitar que se instalen malware, rootkit, keylogger, virus y gusanos. Ya sabes que a los rusos no les gusta que nadie le haga la competencia

>> RC.5
Vamos, que nos espiamos a nosotros mismos.

>> ULISES
Bueno… dicho de ese modo… sí

>> RC.5
¿Has dicho rusos? ¿Es un programa ruso?

>> ULISES
Sí. Es de los mejores… aunque un poquito caro

>> RC.5
¿Cómo de caro?

>> IS.3
BJ, me parece que vas a echar más horas extras. Esta vez te has pasado

>> ULISES
Hola IS.3
Créeme si te digo que el precio es una ganga comparado con lo que os enfrentáis. Los recursos de la gente que os está espiando son bestiales. Nada que ver con los programas PRISM, MYSTIC, XKEYSCORE, TEMPORA, BULLRUN o EDGEHILL

BJ tenía razones para preocuparse. Desde el año 2005 Isabel instaló un servidor en el sótano de la tienda de antigüedades con el objetivo de crear una base de datos que recopilara información de los más importantes catálogos de arte del mundo, tanto de museos como colecciones privadas. Pretendía recopilar el mayor número de información y llevar a cabo un seguimiento de cada objeto. Aquella base de datos era como el catálogo Weiss de los bibliófilos o una Wikipedia del arte pero mucho más complejo. Contaba con descripciones, imágenes, estudios e historial de cada pieza artística. El proyecto estaba financiado por la Fundación Tetra y colaboraban expertos en distintas materias. Esta fue una de las causas por las que conocí a Isabel. La base de datos prestaba servicios a universidades, museos, empresas y organizaciones dedicadas al mundo del arte. Aunque pudiera parecer que la financiación de la fundación suponía un control sobre la información, lo cierto es que Isabel aceptó la oferta bajo determinadas condiciones: total transparencia en la gestión de la información, sin censura y filtros. Cada veinticuatro horas, normalmente de madrugada, solía hacerse un volcado de datos a un servidor de la Fundación a modo de copia de seguridad.

Sin embargo, el servidor también tenía otros propósitos. En él se guardaban todas las investigaciones que Isabel llevaba a cabo, imágenes y videos en alta definición de todas las piezas de arte que pasaban por sus manos, informes y listado de clientes, proveedores y contactos de todo tipo. También controlaba el sistema de seguridad de la tienda y los dispositivos electrónicos.

BJ siempre se había opuesto a guardar entre los cientos de Terabyte del servidor información interna junto con la base de datos. Corría el riesgo de que alguien accediera a todos los datos almacenados en un mismo entorno físico, aunque a nivel de software estuvieran separados. Sin embargo, dos servidores eran excesivos para ella.

>> IS.3
Tienes razón. Hay mucha información que proteger.

>> RC.5
Supongo que, para tomar todas estas medidas, es porque estamos en una situación complicada.

>> ULISES
Yo diría jodida
Mientras estabais de vacaciones he descubierto muchas cosas interesantes. Sé quien entró en el sistema y desde donde. He tirado del hilo y, la verdad, no os va a gustar nada

>> RC.5
Pues ya puedes ponernos al día

>> ULISES
No. Es más seguro que nos veamos esta noche donde siempre a las ocho. Mejor que lo veáis con vuestros propios ojos.
Ah! Tened mucho cuidado. Estos no se andan con tonterías.

>> RC.5
Bien. Allí estaremos.

>> IS.3
Una sola cosa BJ
¿Seguro que la tienda y mi apartamento están seguros?

>> ULISES
Que sí pesada. Todo limpio
;)

Isabel respiró profundamente mientras dejaba el smartphone sobre la mesa. Estaba demasiado cansada para asimilar todo lo que estaba sucediendo. Cerró los ojos y posó la cabeza en el respaldo del asiento.

-¿Qué más puede suceder? –preguntó a sí misma, en un monólogo interior cuya respuesta no quería saber. El smarphone volvió a sonar. Isabel frunció el ceño y miró el terminal desafiante, como si fuera un objeto diabólico que estaba dispuesto a amargarle el viaje. «¿Quién demonios será ahora?», pensó-. ¡Oh, no! Es Ignacio Gorján. Seguro que llama para llevarle el cuadro que recuperaste… ¡Dios!... No tengo ninguna gana de hablar con él. Demasiado empalagoso a estas horas.

Con resignación descolgó e intentó disimular el cansancio con una amplia sonrisa. A Rubén le gustaba verla hablar por teléfono, sobretodo cuando su tono de voz no coincidía con los gestos. Isabel era una persona muy expresiva y, a veces, el lenguaje no verbal la delataba. Ella sabía que era uno de sus puntos débiles, pero también sabía utilizarlo para su propio provecho. En este caso decidió ahorrar palabras: «¿sí?, ajá, interesante, bien, ¡Ummm!...» Se despidió con la misma cortesía inicial, colgó la llamada y apagó el Smartphone.

-Parece que ha sido muy interesante la conversación.

-No me fastidies –cerró los ojos intentando dormir un poco-. Esta noche quiere cenar conmigo para hablar de un negocio. Hemos quedado en que me recogerá a las nueve y media.

-¿Ha dicho algo del cuadro?

-Sí, que lo sigamos guardando. Es parte de ese negocio. Así que… ¡bonito!... esta noche tú te vas con BJ de birras y yo tendré que aguantar a Gorján y sus indirectas machistas. Creo que aún arrastro algo de karma.


El tren llegó a la Estación de Atocha poco minutos antes de las cuatro de la tarde. Bajaron al Metro y cogieron la línea uno hacia Sol donde hicieron transbordo a la línea dos sentido Cuatro Caminos hasta San Bernardo. A partir de ahí continuaron por distintos caminos. Aún quedaba un intenso día.

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