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Apenas
durmieron unas horas. A las seis y media de la mañana tomaban un
desayuno continental mientras reservaban dos billetes de tren a
través de Internet. Saldrían desde la estación
Marseille-Saint-Charles a las ocho. César
se había comprometido a pagar los billetes con
su tarjeta para evitar dejar rastro. Y
mientras Isabel y Rubén viajaban por
tierra, el anticuario marsellés se encargaría de recoger el
equipaje del Hôtel La Residence Du Vieux Port y enviarlo a través
de una empresa de transporte. Desde aquel momento serviría de enlace
con Parisi y de apoyo de Isabel y Rubén en
Francia.
Lo
cierto es que había una mezcla de intereses personales y
profesionales. Era indudable su hospitalidad en aquellas difíciles
circunstancias. Se trataba de una persona
íntegra, generosa, capaz de ayudar a los
amigos incondicionalmente, sin hacer preguntas. Y por esa amistad
desinteresada recibía, en la mayoría de
las ocasiones, un trato de favor cuando
se negociaban operaciones de compra y venta, transacciones
importantes. Y, como si fuera un buen periodista, había acordado con
Isabel y Rubén la exclusiva de todo. Presentía que de aquello se
iba a sacar provecho, había un gran negocio en bruto.
El
Tren de Alta Velocidad salió a la hora prevista. El tiempo estimado
de viaje era de unas ocho horas. Partían
de Marsella pasando por Aix-en-Provence,
Avignon, Nimes, Montpellier, Béziers, Narbonne, Perpignan, Figueres,
Gerona, Barcelona, Tarragona y Zaragoza
hasta llegar a Madrid, en la
Estación de Atocha. Ambos estaban cansados. A pesar de los cuidados
de Isabel y los analgésicos, Rubén seguía sintiendo molestias en
el pecho y costado. Solo quería dormir una semana, descansar y
reponer fuerzas. Apenas cruzaron palabras. Ella fue la primera en
sucumbir en un profundo sueño mientras miraba por la ventana las
verdes montañas. El tren no hacía ruido y, menos aún, podía
apreciarse un balanceo. Daba la sensación
de que estaba parado de no ser por el fugaz paso de árboles y
vegetación producto de los 300 kilómetros
por hora.
A
las once de la mañana el tono del smartphone de Isabel la despertó
bruscamente. Desorientada, miró a su alrededor intentando ubicarse
hasta posar la vista en el teléfono. La pantalla mostraba la foto de
perfil de Parisi. Lo cogió intentando reponerse y contestó. La
conversación duró menos de un minuto. Isabel quedó muda, con el
semblante serio y el ceño fruncido. Algo habia ocurrido. Lanzó a
Rubén la funda del teléfono para despertarlo y llamar su atención.
-¿Qué
ocurre? - preguntó Rubén desconcertado.
-Mr.
Canetnes ha fallecido. Anoche le dio un infarto.
¿Era
casualidad que después de hablar con él en el Bar de la Marine
sufriera un infarto? Se había cobrado otra víctima. Ya eran dos.
Rubén accedió a la aplicación de mensajería que BJ diseñó para
comunicarse. Parecía haber modificado la interfaz de la aplicación.
Durante unos segundos se actualizó automáticamente y reinició el
smartphone. Igual procedimiento se realizó en el terminal de Isabel.
De nuevo entró en la aplicación hasta
el Menú Principal. Eligió la opción de Chat
cifrado accediendo a la vista conversación.
>>
ULISES [Inactivo]
>>
RC.5 [Activo]
>>
IS.3 [Activo]
Transcurrieron
unos minutos con el cursor
parpadeando. La interfaz se asemejaba al antiguo sistema operativo
MS-DOS. Al contrario que la aplicación WhatsApp,
este era un entorno simple, sin imágenes ni diseño gráfico.
>>
ULISES
¿Cómo
estáis? Me teníais preocupado
>>
RC.5
Han
surgido algunos problemas
>>
ULISES
Pues
no será nada comparado con lo que tenéis aquí
>>
RC.5
¿A
qué te refieres?
>>
ULISES
Habéis
estado controlados. Una pasada. He limpiado la tienda y tu
apartamento. También he cambiado los protocolos de seguridad del
servidor de la tienda y las aplicaciones de mensajería.
>>
RC.5
Ya
me he dado cuenta cuando se ha actualizado la aplicación
>>
ULISES
Espero
que con la nueva compresión y cifrado de datos tengamos más
privacidad. Por cierto, me he tomado la libertad de comprar un
Troyano en la Deep Web
>>
RC.5
:(
>>
ULISES
Tranqui,
he modificado el código fuente.
Está instalado en el servidor de la tienda y preparado para
registrar todo tipo de actividad. Es un troyano potente. Una pasada.
Me
permitirá controlar todo en modo silencioso y proteger el sistema.
Si intentan entrar de nuevo, el troyano me avisa y activa un ataque
de denegación de servicio junto con otros miles de ordenadores hasta
bloquearlo. Además dispone la opción de evitar que se instalen
malware, rootkit, keylogger, virus y gusanos. Ya sabes que a los
rusos no les gusta que nadie le haga la competencia
>>
RC.5
Vamos,
que nos espiamos a nosotros mismos.
>>
ULISES
Bueno…
dicho de ese modo… sí
>>
RC.5
¿Has
dicho rusos? ¿Es un programa ruso?
>>
ULISES
Sí.
Es de los mejores… aunque un poquito caro
>>
RC.5
¿Cómo
de caro?
>>
IS.3
BJ,
me parece que vas a echar más horas extras. Esta vez te has pasado
>>
ULISES
Hola
IS.3
Créeme
si te digo que el precio es una ganga comparado con lo que os
enfrentáis. Los recursos de la gente que os está espiando son
bestiales. Nada que ver con los programas PRISM, MYSTIC, XKEYSCORE,
TEMPORA, BULLRUN o EDGEHILL
BJ
tenía razones para preocuparse. Desde el año 2005 Isabel instaló
un servidor en el sótano de la tienda de antigüedades con el
objetivo de crear una base de datos que recopilara información de
los más importantes catálogos de arte del mundo, tanto de museos
como colecciones privadas. Pretendía recopilar el mayor número de
información y llevar a cabo un seguimiento de cada objeto. Aquella
base de datos era como el catálogo
Weiss de los bibliófilos o una
Wikipedia del arte pero mucho más complejo. Contaba con
descripciones, imágenes, estudios e historial de cada pieza
artística. El proyecto estaba financiado por la Fundación
Tetra y colaboraban expertos en
distintas materias. Esta fue una de las causas por las que conocí a
Isabel. La base de datos prestaba servicios a universidades, museos,
empresas y organizaciones dedicadas al mundo del arte. Aunque pudiera
parecer que la financiación de la fundación suponía un control
sobre la información, lo cierto es que Isabel aceptó la oferta bajo
determinadas condiciones: total transparencia en la gestión de la
información, sin censura y filtros. Cada veinticuatro horas,
normalmente de madrugada, solía hacerse un volcado de datos a un
servidor de la Fundación a modo de copia de seguridad.
Sin
embargo, el servidor también tenía otros propósitos. En él se
guardaban todas las investigaciones que Isabel llevaba a cabo,
imágenes y videos en alta definición de todas las piezas de arte
que pasaban por sus manos, informes y listado de clientes,
proveedores y contactos de todo tipo. También controlaba el sistema
de seguridad de la tienda y los dispositivos electrónicos.
BJ
siempre se había opuesto a guardar entre los cientos de Terabyte
del servidor información interna junto con la base de datos. Corría
el riesgo de que alguien accediera a todos los datos almacenados en
un mismo entorno físico, aunque a nivel de software
estuvieran separados. Sin embargo, dos servidores eran excesivos para
ella.
>>
IS.3
Tienes
razón. Hay mucha información que proteger.
>>
RC.5
Supongo
que, para tomar todas estas medidas, es porque estamos en una
situación complicada.
>>
ULISES
Yo
diría jodida
Mientras
estabais de vacaciones he descubierto muchas cosas interesantes. Sé
quien entró en el sistema y desde donde. He tirado del hilo y, la
verdad, no os va a gustar nada
>>
RC.5
Pues
ya puedes ponernos al día
>>
ULISES
No.
Es más seguro que nos veamos esta noche donde siempre a las ocho.
Mejor que lo veáis con vuestros propios ojos.
Ah!
Tened mucho cuidado. Estos no se andan con tonterías.
>>
RC.5
Bien.
Allí estaremos.
>>
IS.3
Una
sola cosa BJ
¿Seguro
que la tienda y mi apartamento están seguros?
>>
ULISES
Que
sí pesada. Todo limpio
;)
Isabel
respiró profundamente mientras dejaba el smartphone sobre la mesa.
Estaba demasiado cansada para asimilar todo lo que estaba sucediendo.
Cerró los ojos y posó la cabeza en el respaldo del asiento.
-¿Qué
más puede suceder? –preguntó a sí misma, en un monólogo
interior cuya respuesta no quería saber. El smarphone volvió a
sonar. Isabel frunció el ceño y miró el terminal desafiante, como
si fuera un objeto diabólico que estaba dispuesto a amargarle el
viaje. «¿Quién demonios será ahora?», pensó-. ¡Oh, no! Es
Ignacio Gorján. Seguro que llama para llevarle el cuadro que
recuperaste… ¡Dios!... No tengo ninguna gana de hablar con él.
Demasiado empalagoso a estas horas.
Con
resignación descolgó e intentó disimular el cansancio con una
amplia sonrisa. A Rubén le gustaba verla hablar por teléfono,
sobretodo cuando su tono de voz no coincidía con los gestos. Isabel
era una persona muy expresiva y, a veces, el lenguaje no verbal la
delataba. Ella sabía que era uno de sus puntos débiles, pero
también sabía utilizarlo para su propio provecho. En este caso
decidió ahorrar palabras: «¿sí?, ajá, interesante, bien,
¡Ummm!...» Se despidió con la misma cortesía inicial, colgó la
llamada y apagó el Smartphone.
-Parece
que ha sido muy interesante la conversación.
-No
me fastidies –cerró los ojos intentando dormir un poco-. Esta
noche quiere cenar conmigo para hablar de un negocio. Hemos quedado
en que me recogerá a las nueve y media.
-¿Ha
dicho algo del cuadro?
-Sí,
que lo sigamos guardando. Es parte de ese negocio. Así que…
¡bonito!... esta noche tú te vas con BJ de birras y yo tendré que
aguantar a Gorján y sus indirectas machistas. Creo que aún arrastro
algo de karma.
El
tren llegó a la Estación de Atocha poco minutos antes de las cuatro
de la tarde. Bajaron al Metro y cogieron la línea uno hacia Sol
donde hicieron transbordo a la línea dos sentido Cuatro Caminos
hasta San Bernardo. A partir de ahí continuaron por distintos
caminos. Aún quedaba un intenso día.
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