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Una vez ordenadas las
imágenes en la pantalla parecían tener cierta armonía, como si plasmaran
distintos momentos de una historia. Incluso podía decirse que había movimiento,
orientando la vista hacia una dirección. Era extraña la sensación. Isabel le
observó desde la cocina divertida.
-¿Y bien, qué te parece
ahora? -preguntó mientras ultimaba unos emparedados.
-A decir verdad, parecen
una secuencia, como si el orden de los cuadros descrito en el catálogo del
Museo de Kiev no fuera arbitrario.
-Cierto. Una primera
lectura nos indica que debemos seguir el recorrido de las imágenes hacia la
derecha. No voy a entrar en detalles ahora, primero hay que contextualizar,
pero si te fijas bien los barcos parten hacia el este, igual que el tren; los
caminos trazados en la Plaza Roja van en la misma dirección y la estatua de
la Koljosiana lo confirma: mira hacia
oriente. Esto me llamó la atención el otro día cuando comparábamos la imagen
con el boceto. La Koljosiana original está orientada hacia el lado contrario.
¿Se trataba de un error o el cambio se debía a un motivo? Y ahí lo tenemos.
-¿Y donde nos quiere
llevar Víktor Petrograd?
-Tendremos que
averiguarlo -contestó con una enigmática sonrisa-. Pero lo primero es
determinar qué sabemos de Víktor Petrograd.
La cocina americana
estaba al fondo derecho del piso, pasado el estudio y el pequeño comedor. Al
ser la estancia diáfana, los tres espacios estaban separados por la barra de la
cocina y la amplia mesa en forma escuadra o “L” del estudio. Este contrastaba
del resto por la gran pantalla LCD de 105 pulgadas colgada en la pared, el
ordenador de sobremesa conectado a tres monitores de 27 pulgadas, un ordenador
portátil, una impresora con escáner para formatos A3 y A4, lámpara Led con
lupa, diversos tipos de lupa, pinzas, pinceles, atriles de distintos tamaños,
tubos portalienzos y carpetas para guardar todo tipo de material gráfico. Y el
espacio de la pared que había entre la mesa y la pantalla LCD se utilizaba para
pegar notas, copias ampliadas de manuscritos, pinturas, fragmentos de códices o
detalles de esculturas. Alejándose un poco se tenía una vista panorámica de
todo el estudio: un collage de aparente desorden en el que se mezclaba el
pasado, presente y futuro.
Rubén se sentó en una de
las tres sillas de oficina ergonómicas de cuero acolchado y se desplazó hasta
el ordenador portátil.
-Víktor Petrograd nació
en la ciudad ucraniana de Kiev en 1910. Gracias a su gran talento y al poder
económico de su padre, un importante empresario que amasó gran fortuna gracias
a la revolución industrial en la época de los zares, pudo estudiar en la
Facultad de Arte de Járkov y, posteriormente, en los Vjutemás o Talleres
de Enseñanza Superior del Arte y de la Técnica de Moscú.
-Primer dato importante:
los Vjutemás -Isabel cogió la bandeja y la llevó a una pequeña mesita de
nogal que había en el estudio-. ¿Qué sabemos de estos talleres?
-Fue una escuela de arte
y técnica de Moscú, creada en 1920 por Lenin para... -Rubén consultó en uno de
los monitores- “preparar maestros artistas de las más altas calificaciones
para la industria, constructores y administradores de la educación
técnico-profesional”. Se daban cursos de arte e industrial.
-Si no recuerdo mal, los Vjutemás
fueron el centro del vanguardismo, un lugar donde se estudiaba y trabajaba
sobre un modelo experimental, innovador, incluso provocador, que desafiaba los
valores de la cultura zarista existentes por entonces.
-Aunque Lenin no estaba
muy de acuerdo con este movimiento -precisó Rubén-, lo cierto es que fue una
revolución estudiar allí, porque dotaba a los alumnos de plena libertad
individual para crear obras originales y subjetivas.
-Uno de los movimientos
vanguardistas rusos fue el Suprematismo -Isabel cogió un libro titulado “Del
cubismo y el futurismo al suprematismo. El nuevo realismo pictórico” de Kazimir
Malévich-, orientado a la abstracción geométrica, utilizando formas puras y
armónicas y empleando colores planos. Un ejemplo es el cuadro Suprematism
de Malévich en 1916.
Suprematism de Kazimir Malévich (1916) |
-Por tanto, Víktor
Petrograd conoció todos los movimientos artísticos vanguardistas antes de
decidirse por el Realismo Socialista.
-¿Qué más se sabe de los
talleres?
-En 1926 se reorganizó y
cambió el nombre de Vjutemás por el de Vjuteín,
es decir, Instituto. La institución solo duró diez años. En 1930 se disuelve y,
bajo la presión del Partido Comunista, el movimiento artístico oficial será el
Realismo Socialista. Las demás corrientes quedan prohibidas.
-La única forma de
sobrevivir Víktor Petrograd como artista y trabajar para la Revolución es
adaptarse al nuevo modelo artístico.
-Efectivamente -respondió
a Isabel con aprobación-, se dedico a reflejar la vida idealizada de la Unión
Soviética y enaltecer a sus dirigentes.
-Realismo Socialista no
significa que los cuadros sean tan realistas como para parecerse al objeto
original, significa que plasman la realidad objetiva, independientemente de la
técnica utilizada -puntualizó Isabel-. Por tanto, Petrograd dejó a un lado el estilo subjetivo,
provocador y surrealista para llegar hasta las altas esferas del poder.
-Llegados a este punto,
sabemos que Víktor Petrograd se formó en el arte vanguardista y,
posteriormente, en el Realismo Socialista.
-Aunque la prohibición no
le impidió introducir símbolos en sus cuadros que, interpretados según los
ideales comunistas, adquirían cierto significado.
-¿Como por ejemplo?
-preguntó Rubén.
-Como por ejemplo la
koljosiana, mujer que trabajaba en las explotaciones agrícolas cooperativas o
koljós. Era el símbolo del campesinado, al igual que el obrero simbolizaba el
trabajador industrial. De hecho, en la Exposición Internacional de París
de 1937 el arquitecto Borís Iofan diseñó una escultura en la que había
un obrero sosteniendo un martillo, símbolo soviético del proletariado
industrial, y una koljosiana portando brazo en alto una hoz -Isabel hizo una
pausa para tomar un poco de té-. Inicialmente para Víktor Petrograd la koljosiana tenía ese
sentido soviético. Sin embargo, cuando comenzó la nueva vida en Francia,
adquirió otro sentido, el de la libertad, como la estatua que hay en la isla de
la Libertad al sur de la isla de Manhattan, Nueva York. Y si avanzas un nivel
de lectura más, podría decirse que representa a la madre universal: Isis, Pesinuntica, Minerva Cecrópea, Venus Pafia, Diana, Proserpina, Ceres, Hécate, Maria Lactans o Virgen María.
-Pero en este caso porta
una espada. Puede ser la diosa de la Justicia.
-Eso pensé yo en un
principio, pero siguió eligiendo el símbolo originario, la koljosiana, la
campesina que está ligada a la madre tierra, a la fecundidad. Con respecto a la
espada, es cierto que simboliza el poder y la justicia. Es un símbolo guerrero.
Pero también simboliza la luz y el relámpago por el brillo de su hoja. La
espada, para los Cruzados, era un fragmento de la Cruz de Luz; el rayo de Indra era la espada del sacrificador
védico; y los ángeles que expulsaron a Adán del Paraíso llevaban espadas de
fuego. En alquimia… -Isabel se detuvo con la mirada puesta sobre la imagen de
la koljosiana como si estuviera hipnotizada. Tardó unos segundos en
reaccionar-. Nos estamos apartando del tema. Retomaremos este aspecto más
adelante.
Rubén guardó silencio y
miró la imagen de la estatua del Jardín Dorado. Todo parecía tener sentido.
-Hasta 1938 se consagra
al movimiento artístico imperante. Según la entrevista que tuve con Mr.
Canetnes en Marsella, en 1937 se le encargó un proyecto secreto: el diseño de
una estatua de oro puro que representara la victoria de la Revolución Rusa.
Pero un año después comienzan a producirse una serie de hechos extraños
relacionados con el proyecto, concretamente ejecuciones y desapariciones de Comisarios
del Pueblo de la Hacienda Soviética,
funcionarios y personal que trabajó en el diseño y construcción de la
estatua. En la lista negra del NKVD estaba el propio Petrograd. Así que simula
su propia muerte y huye con su familia a Marsella en marzo de 1938 bajo un
pasaporte falso y con el nombre de Pierre Nouvie.
-Fue entonces –continuó
Isabel-, cuando alterna el trabajo en el taller de joyería con la pintura.
-Sí. Según Mr.
Canetnes, quería permanecer en el anonimato, a la sombra. Posiblemente para no
ser descubierto y asesinado. En el momento en que se establece en Marsella, comienza
un frenético trabajo artístico que nunca saldría a la luz.
-Excepto cuatro cuadros –aclaró Isabel.
Rubén afirmó con la cabeza mientras se levantaba para
observar las pinturas digitalizadas en la pantalla. Se cruzó de brazos
meditabundo.
-Fue Mr. Canetnes quien animó al nuevo artista a
pintarlos –dijo en tono bajo, como si mantuviera un monólogo-. ¿Por qué lo
haría? –Se giró hacia donde estaba Isabel con el ceño fruncido, esperando una
respuesta.
-¿Qué sabemos de Mr. Canetnes? – Preguntó Isabel intentando
reconducir el hilo de la historia-. Además de ser un afamado joyero de
Marsella.
-Realmente Mr. Canetnes
se llamaba Mijaíl Nayemnik, nacido
en la ciudad rusa de Kursk. Durante el genocidio de los años 1932 y 1933 en
Ucrania, su familia acogió a los padres de Petrograd en la ciudad
rusa de Kursk. De ahí que se conocieran. Trabajó como espía ruso en el puerto de Marsella durante el gobierno del
Frente Popular francés entre 1936 a 1938 y, posteriormente, en el gobierno de
Vichy que se puso de parte de la España de Franco, la Italia de Musolini y la
Alemania de Hitler.
-Parece que cuando
alguien es traicionado es fácil cambiar de bando –apuntilló Isabel en tono
irónico.
-Creo que terminó siendo
una especie de mercenario de guante blanco. Se codeó con la alta burguesía francesa.
Como tapadera utilizaba la joyería y el taller situada en el mismo puerto
marsellés. Llevaba a cabo trabajos de contraespionaje, vigilando a los espías
españoles del Bando Nacional e informando de los distintos sabotajes que se
iban produciendo en los barcos y mercancías –volvió a la silla y continuó
buscando entre sus apuntes-. Cuando Víktor Petrograd pintó los cuatro cuadros,
el mismo joyero se encargó de darlos a conocer en el Museo
de Kiev en 1940.
Se incluyó en el catálogo y posteriormente se vendieron los tres primeros
cuadros de la colección. El cuarto desapareció durante setenta años. El mismo Petrograd lo tenía escondido por alguna razón. Con
la venta de los tres primeros se compró la casa de campo en la que has estado con
Parisi.
Puerto de Marsella |
-¿Por qué no vendió la
colección completa?
-Eso mismo le pregunté a Mr.
Canetnes la misma noche de su muerte. Solo me dijo que el cuarto cuadro es la
clave de su venganza.
-Ahora comprendo por qué Ignacio Gorján es capaz de
matar para recuperar el Jardín Dorado.
Reuniendo los cuatro cuadros descubriremos
el secreto –Isabel se dirigió al ordenador y abrió una carpeta con el nombre
“CasaCampoMarsella”. En ella había centenares de imágenes de cuadros-. Ahora te
voy a mostrar las influencias y estilos que inspiraron a Víktor Petrograd en su
segunda etapa como pintor vanguardista.
Rápidamente comenzaron a
abrirse en la gran pantalla innumerables ventanas con las imágenes. Rubén se
levantó observando perplejo la inmensa labor creativa del pintor ruso.
-¿Y dices que todo esto
lo pintó Víktor Petrograd? –No salía de su asombro-. Si se diera a conocer,
junto con la verdadera historia, sería un auténtico bombazo.
-Realmente va
evolucionando gradualmente su obra. No sé a ciencia cierta si obedece a un patrón
o la línea pictórica fue espontánea. En cualquier caso, he visto una primera
etapa influenciada por su pasado. Podría decirse que su actividad se centró en
el retrato, con una precisa y enérgica interpretación fisionómica. Los detalles
son extraordinarios, como si previamente hubiera estudiado los rostros.
Isabel comenzó a ampliar
las ventanas de determinadas imágenes, poniendo cada una al lado de la otra.
-Parece la misma técnica
utilizada por Rembrandt –indicó Rubén a medida que surgían las imágenes.
-Es la misma. Es como si
Víktor Petrograd se inspirara en él. Tiene un pleno dominio de la técnica,
jugando con el contraste de luz y oscuridad. Este contraste lo veremos más
adelante en otras obras. Se repite mucho –con el cursor fue indicando determinadas
zonas de las imágenes-. Retrató a numerosos personajes del arte, la literatura
y la música. Entre los primeros están el propio Rembrandt, William Blake, Frederic Bartholdi, Sorolla
o Francisco de Goya; del mundo de la
literatura encontramos Dante Alighieri,
Goethe, Oscar Wilde, Gérard de
Nerval, Victor Hugo, Joseph R. Kipling, Voltaire o Pérez Galdós;
y entre los compositores destacan los clásicos: Haydn, Mozart, Liszt, Beethoven, Sibelius o Berlioz. Es curioso que existan cuadros
vinculados a algunos de estos autores. Por ejemplo –buscó entre los
documentos-, varios cuadros de Las bodas
de Fígaro de Mozart o La Divina
Comedia de Dante. Es como si pudiera tejerse una red conectando cada
cuadro. Todos tienen algo en común.
Rubén miró las imágenes
desde otra perspectiva conceptual.
-Supongo que, conforme
pasa el tiempo va alejándose de la realidad. No le veo como pintor vanguardista.
-Por eso el cambio es
gradual. En esta primera etapa, aunque retrata fielmente personajes, no faltan
símbolos, como si quisiera dotar al cuadro… -buscó una definición lo más
aproximada- de espíritu. No se queda en la mera imagen, juega con los tonos,
los colores, las formas para invitar a ver el cuadro en distintos niveles de
interpretación. Eso es lo que lo distingue de su época rusa, las
interpretaciones en toda la obra –cerró las ventanas que había en primer plano
y colocó otras-. Su siguiente etapa es la surrealista que, junto con el cubismo,
lo convierte en un artista que busca en lo inconsciente, onírico, irracional,
introduciendo un lenguaje visual más simbólico. Sus cuadros reflejan un
Petrograd auténtico, como si hubiera estado durante mucho tiempo reprimido. Y
me aventuraría a decir que vivió muy de cerca la Vanguardia –miró unos segundos
a Rubén-. Sí. Hay que tener en cuenta que el cubismo y el surrealismo surgieron
como movimiento artístico en Francia a primeros del siglo XX. Es más, en 1938
tuvo lugar la Exposición Internacional del Surrealismo en París. ¿Es
coincidencia que eligiera Marsella para vivir, a medio camino entre Francia y
España?
-Ahora que lo pienso,
tienes razón. Muchos intelectuales huyeron a Estados Unidos o países de América
latina. Tenía más opciones para elegir.
-En sus cuadros se ve una
importante influencia de pintores surrealistas como Madritte, Miró, Dalí y Masson; mientras que Matisse,
Picasso y Laurencin lo llevan al cubismo. En el estudio que Víktor Petrograd
tenía en la casa de campo he encontrado también un último grupo de cuadros del
movimiento suprematismo, pinturas
compuestas únicamente por figuras geométricas simples: círculos, cuadrados,
rectángulos, líneas, etcétera. Me llamó mucho la atención un cuadro totalmente
negro con un círculo de blanco intenso en el centro.
El carnaval de Arlequín, Joan Miró (1924-1925) |
Mantuvieron un largo
silencio, observando imágenes, comparándolas con las de otros autores e
imaginando las posibles interpretaciones. Al cabo de un rato Rubén preguntó: «¿Dónde
está la firma?». Isabel negó con la cabeza. Ninguno estaba firmado.
-En resumidas cuentas
–continuó Rubén-, Víktor Petrograd plasmó en su obra todo un lenguaje visual.
-Efectivamente, con sus
diversas interpretaciones y niveles de comprensión. No era un pintor
cualquiera. Estoy convencida de que puede encontrarse influencias de ciertos
grupos o hermandades. Y en los cuatro cuadros que vamos a estudiar ahora están.
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