domingo, 14 de mayo de 2017

El cuadro. Capítulo 12




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El bar El Automático estaba en la calle de Argumosa, dentro del castizo barrio madrileño de Lavapiés. Era un bar acogedor, mezcla de diseño alternativo y castizo moderno. La primera vez que BJ fue le llamó la atención aquella tradicional fachada de madera antigua con dos ventanales a los lados; las paredes turquesa y su variada decoración de fotografías antiguas colgadas en las paredes, coches y botes de hojalata clásicos y carteles promocionando todo tipo de eventos. Le gustaba sentarse al fondo, en la esquina, bajo un espejo redondo. Entre clásicas sillas de madera, mesas redondas y banquetas apoyadas sobre barriles de cerveza, solía abrir el ordenador portátil y navegar por la red en compañía de su “rubia”, una refrescante cerveza Mahou. El Automático era su segunda casa, su refugio.



Rubén llegó a las ocho en punto de la tarde y el rincón estaba vacío.  Se acercó a la barra y pidió una caña de cerveza que le sirvieron junto con unas aceitunas. Permaneció sentado en el rincón hasta que a las ocho y cuarto entró BJ con semblante serio. Miró a una de las camareras y le pidió una pinta de cerveza.

-¿Te han seguido? -preguntó en voz baja, mientras dejaba la mochila en una silla.

-Buenas noches. Yo también me alegro de verte.

-No estoy para bromas.

-No me han seguido -Rubén comenzaba a preocuparse.

-Bien. Aquí estaremos a salvo. He dicho a mis colegas que vigilen por si acaso -BJ tomó un buen sorbo de cerveza y sacó el ordenador portátil -. Perdona, pero esto no me gusta -de pronto se paró en seco y, antes de encender el ordenador, miró hacia todos lados-. ¿Donde está Isabel?

-No ha podido venir, tenía una cena con un cliente.

-¿Qué cliente?

-BJ me estás poniendo nervioso. ¿Qué ocurre?

-¡Qué cliente es! -dijo despacio, intentando dominarse.

-Ignacio Gorján, el que nos mandó recuperar el...

-Sí, ya sé quién es y no me gusta -nunca había visto tan nervioso a BJ como aquel día. Era un muchacho tranquilo, con la inquebrantable paciencia de un hacker.

Mientras se cargaba uno de los sistemas operativos instalados en el ordenador, Rubén se acercó a la barra para pedir otra cerveza y una ración de croquetas caseras. Sabía que a BJ le gustaban más que las que ponían en Melos.

-Como ya dije esta mañana por el chat, os han estado siguiendo y espiando.

-Y casi me matan en Marsella.

-¡No jodas!

-Sí. Aún tengo el recuerdo en el costado.

-Peor me lo pones -tomó otro trago de cerveza y miró fijamente a Rubén-. ¿Sabes desde donde accedieron a vuestro sistema de seguridad? Curiosamente desde el mismo lugar donde entraste para recuperar el cuadro.

-Eso no es posible.

-¿Y sabes de quién es el piso lujoso? De nada menos que de Dmitri Prestupleniye -ambos permanecieron unos segundos en silencio. BJ ejecutó varios programas y el navegador de Internet-. Este es tu hombre, aunque me temo que hay alguien detrás de él.

-¿A qué te refieres?

-Prestupleniye está en las últimas. Haz cálculos. Nació en 1916.

-Ahora mismo debe tener 94 años.

-Sí y, aunque está forrado de dinero, de poco le va a servir. Es propietario de importantes empresas rusas, tiene acciones en medio mundo y un oscuro pasado -BJ seguía serio, hablando en voz baja, cauteloso-. En 1936, a los veinte años, fue oficial de la  GUGB, la policía secreta soviética y antecesora de la famosa KGB. Según he podido consultar en archivos rusos a través de la Deep Web, fue ascendiendo gradualmente durante la etapa de Stalin. Posteriormente pasó a trabajar en el Depósito del Estado de Metales Preciosos del Comisariado del Pueblo para las Finanzas, el Gokhran. Cuando Stalin murió en 1961, el nuevo secretario general del PCUS, un tal Nikita Jruschov,  hizo borrón y cuenta nueva. Lo llamaron desestanilización. El caso es que Dmitri Prestupleniye también limpió su imagen gracias a los contactos en la KGB y comenzó a dirigir fábricas. Entró en el mundo de las finanzas públicas. Tras las reformas de Mijaíl Gorbachov y la disolución de la Unión Soviética, un número importante de grandes empresas se privatizaron -hizo una pausa para acceder a un archivo de texto en el que había una larga lista-. ¿Sabes quién era el mayor inversor de esas empresas?

-Dmitri Prestupleniye. Aprovechó la situación para llevarse un buen trozo de pastel.

-O de ensaladilla rusa, según se mire. El caso es que nuestro amigo asentó su economía en Rusia y desplegó las alas a los mercados internacionales. Tiene un gran imperio, empresas en medio mundo, cuentas en paraísos fiscales y un mercado de lo más variado. Incluido la seguridad.

-Sin embargo, me has dicho que hay alguien detrás de él.

-Sí. Un sucesor muy especial y peligroso. ¿No te lo imaginas? -giró el ordenador portátil para que Rubén pudiera ver con claridad una fotografía-. Esta imagen está hecha hace un año. Como verás, vemos a  Dmitri Prestupleniye inaugurando una fábrica de componentes electrónicos. Ahora dime a quién ves en segundo plano, entre la gente. Es la única imagen que he encontrado estando los dos juntos.

Rubén palideció al ver la fotografía a pantalla completa. No podía dar crédito al giro que estaban dando los acontecimientos. Efectivamente, se trataba de una visita de Dmitri Prestupleniye a una fábrica. A pesar de sus noventa y cuatro años, parecía gozar de buena salud. De estatura baja, grueso, con escaso pelo peinado hacia atrás, se veía junto a técnicos vestidos con bata blanca y rodeado de ejecutivos trajeados impecablemente que intentaban aparentar gran interés en el nuevo proyecto. Y uno de de esos ejecutivos era  Ignacio Gorján. Miraba hacia otro lado, totalmente ajeno al momento de la fotografía. Quizás ese despiste le había delatado.

-No puede ser -dijo Rubén incrédulo-. Será una coincidencia.

-No. Las empresas que Dmitri Prestupleniye tiene en España y Latinoamérica las dirige Ignacio Gorján. Es su mejor asesor y mano derecha, el candidato perfecto para sucederle porque conoce perfectamente la línea de actuación de Prestupleniye. Así que no es de extrañar que esté detrás de todo esto. Solo le queda esperar a que palme el viejo –BJ hizo una pausa abstraído, mirando hacia la puerta-. Ahora mismo Isabel está cenando con un hombre peligroso y muy ambicioso. Lo que no comprendo es su obsesión por vosotros.

-Los cuadros.

-¿Como?

-Quiere los cuadros por algún motivo. Ellos encierran un secreto que no quiere que se revele.

-O quizás esconden un secreto que quiere descubrir.

Rubén lo miró largamente, como un jugador de ajedrez a su contrincante. Quería encajar todas las piezas, imaginar una estructura que le diera la visión piramidal de aquella trama. Durante media hora explicó a BJ lo que habían descubierto hasta el momento, las conversaciones con Parisi Nouvie, el encuentro con el antiguo espía ruso Mijaíl Nayemnik o Mr. Canetnes, el incidente en la Basílica de Notre-Dame de la Garde y los nuevos datos que el anticuario de Marsella César Bloziat les aportó. Bj escuchaba con atención, asintiendo de cuando en cuando como si recibiera instrucciones.

-¿Te has planteado que Ignacio Gorján sea un Troyano? –Preguntó BJ como si hablaran de virus informáticos-. Sí, un Troyano. Puede que lo que ha ocurrido hasta ahora sea una cortina de humo y necesitéis un fireware.

-En cristiano, por favor.

-Por lo que me has contado, y teniendo en cuenta que todos están metidos en la misma red, ellos intentaron apoderarse del cuarto cuadro. Por eso murió el anticuario de París. ¿Qué harías si tu plan ha fracasado y un nuevo intento puede hacer que levante tu tapadera?

-Decidiría que otros hicieran el trabajo por mí.

-Cierto, dejar que otros entren en escena. Para Gorján fue una suerte que Parisi se pusiera en contacto con vosotros para investigar el cuadro. Ha aprovechado vuestra relación comercial para que seáis sus zombis. La jugada ha sido diseñar un spyware y colarlo, es decir, poner micrófonos y GPS en la tienda, tu apartamento, en vuestras ropas y objetos para conocer vuestros pasos -Rubén recapacitó. Miró de nuevo la fotografía-. Gorján ha sido neutralizado por el momento, pero tiene otras alternativas. Recuerda la misión de un troyano: acercarse a vosotros, entrar en vuestro círculo para obtener información, controlaros y manipularos. Y lo va a hacer silenciosamente, sin que os deis cuenta. Os va a utilizar para sus intereses, para llegar hasta el cuadro que se esconde en París.


-En ese caso habrá que diseñar una estrategia. Descubrir qué esconden los cuadros. Cual es el motivo para que Gorján ordene matar por ellos. Dejaremos que crea que nos maneja mientras llegamos al final de este asunto. Se está tomando muchas molestias.

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