martes, 30 de mayo de 2017

El cuadro. Capítulo 16




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La noche había envuelto en penumbra toda la estancia. Las máscaras de madera africanas adquirían diferentes formas con el resplandor de las pantallas y la pequeña lámpara del estudio. Las sombras parecían haber sucumbido al espíritu de los guerreros, impregnando las figuras de dioses egipcios, vasijas polícromas mixtecas y cerámicas griegas cuyas siluetas oscuras parecían surgir de los fondos rojizos como seres de la noche. Era el momento en que todo adquiría vida, donde el pasado resucitaba como Osiris para enseñarnos lo que la historia escondía. Incluso Isabel tenía otro aspecto. Su pelo cobrizo era más intenso por el reflejo de la luz, al igual que los ojos esmeraldas, brillantes y enigmáticos.

Dejó la taza de té en la mesita y se acercó al ordenador de sobremesa para poner nuevamente las cuatro imágenes en orden según el catálogo del Museo de Kiev.



-Si observamos los cuatro en conjunto la mirada va recorriendo un camino, siempre a la derecha, alejándose, acercándose y volviendo a alejarse hasta la estatua –movió el cursor siguiendo una línea imaginaria-. Es lo que se denomina anisonopría del campo gráfico. Cuando observamos un cuadro solemos comenzar por el lado izquierdo hacia el derecho y, según en qué parte del espacio formato esté el elemento, tiene un efecto compositivo distinto. Si los barcos estuvieran orientados de frente o hacia la izquierda, romperían el ritmo, dejarían de tener el mismo valor que el resto. Con el segundo cuadro sucede lo mismo. El tren mira hacia oriente, hacia la Plaza Roja, y las líneas que forman los edificios y formaciones de soldados van convergiendo hacia la estatua.

Dos líneas paralelas rojas iban enlazando cada pintura, creando la ilusión de distintas superficies.



-Lo normal –continuó explicando-, es que desde el inicio haya elementos de poca complejidad que no obstaculicen la mirada y esta pueda fluir hacia zonas de más peso visual, de más importancia.

-Sin embargo, en el primer cuadro no se aplica esa regla –observó Rubén.

-Efectivamente. El barco o buque de la izquierda es mayor que el tercero situado al otro extremo, lo que nos lleva centrar la atención desde el principio. ¿Con ello quería decir Víktor Petrograd que la zona de tensión del cuadro es esa? –Isabel permaneció unos segundos en silencio, dejando que Rubén pensara-. La composición es de esta forma porque nos quiere transmitir la idea de que los barcos se están alejando del puerto. Parten desde la izquierda, el buque más grande y, progresivamente, vemos como los otros se alejan mediante la reducción de su tamaño en el espacio formato. Nunca se empieza desde la lejanía sino desde la cercanía. Por ejemplo, en una carrera, un espectador siempre verá la salida más grande, más cercana, que el punto de llegada. Así lo concibe Petrograd. Recuerda que el tamaño de un elemento y su situación en el espacio formato dará un efecto de cercanía o lejanía. Cuanto más pequeño más lejos y viceversa.

-Ahora comprendo –dijo Rubén mientras señalaba el segundo cuadro-. En el caso del tren ocurre a la inversa, no va hacia un lugar sino que viene hacia un lugar, en este caso viene hacia la Plaza Roja.

-Sí –asintió con la cabeza-. Este es un buen ejemplo de la falta de elementos complejos en la izquierda y, conforme se avanzan siguiendo las líneas de fuerza subyacentes, aumenta la tensión en el espacio formato hasta llegar a la locomotora que cubre la mayoría del espacio. Aquí sí podemos saber qué dirección lleva el tren. En cualquier obra pictórica existe una estructura de líneas de fuerza que subyacen y marcan el camino para leer la composición. El observador siempre recorrerá los elementos de un cuadro según establezca el pintor. Petrograd establece esas líneas de fuerza, esas direcciones visuales, en la distribución del peso visual, es decir, en la distribución de los elementos más o menos importantes, los buques, el tren y el edificio central de la Plaza Roja. A ello hay que añadir otra variable para comprender el tercer cuadro –pulsó una tecla surgiendo los cuatro ejes del plano en color azul-. Todos los elementos que estén dentro de los ejes de un plano tienen más peso visual. En el caso de los buques, están más o menos en la línea horizontal de la composición; el tren ocupa el eje horizontal y el inclinado sur-norte; mientras que el elemento con más peso, el que atrae nuestra atención, es el edificio central donde se cruzan todas las líneas.




-Entonces, los cuadros hablan de un viaje por mar y tierra hasta la Plaza Roja.

-En una primera lectura sí. Nos habla de un viaje que se inicia en buques y continúa por tren hasta Moscú, concretamente la Plaza Roja. Y dentro de la plaza nos está señalando el edificio central, es decir, el Mausoleo de Lenin, desde donde Stalin y los miembros del Partido Comunista presidían los desfiles –miró a Rubén con firmeza-. Esa localización es la clave para llegar al final.

Rubén quedó desconcertado. Pensaba que la estatua no formaba parte del recorrido, al contrario, suponía que se trataba del objeto a buscar.

-Pensaba que todo terminaba en la Plaza Roja de Moscú.

-No, es la penúltima etapa. Y para ello hay que hacer una segunda lectura –contestó enigmática-. Te pondré un ejemplo. ¿Conoces el Camino de Santiago, verdad?

-Sí, un camino de peregrinación. ¿Qué tiene que ver con todo esto?

-El Camino de Santiago tiene diversas etapas. Por este motivo se dice que el juego de la Oca representa el Camino de Santiago. La gran mayoría de los peregrinos están convencidos de que el final del trayecto, la casilla 63, es la Catedral de Santiago de Compostela, la tumba misma del Apóstol. Sin embargo, esa es la penúltima etapa del viaje. La casilla 63 corresponde a Finisterre, final de la tierra, donde todo muere para volver a nacer –Isabel hizo una pausa para prepararse otro té-. Con esta serie de cuadros ocurre lo mismo. Son distintas etapas hasta llegar a la estatua que puede ser un lugar físico, un objeto o un símbolo metafísico –volvió a hacer una pausa-. Así como Santiago de Compostela es uno de los centros más importantes de la cristiandad y la Meca el lugar de peregrinación de los musulmanes, la Plaza Roja y, concretamente el Museo de Lenin, es el centro más importante del Comunismo. Por tanto, aunque es un enclave importante, no es el final del camino.

-Te has referido a una segunda lectura para conocer el lugar donde está la estatua, la meta, por así decirlo.

-Más que decir el lugar donde está la estatua es preferible hablar de meta. El primer cuadro representa el símbolo del agua. Dentro de las tradiciones judía y cristiana el agua representa la fuente de la vida, de fecundación del alma, el germen, el origen de la creación. Por tanto, los buques en el mar representan el punto de partida del camino iniciático, del camino de la vida. Y esa vida es espiritual si nos atenemos al segundo cuadro que representa el aire.

-¿No representa mejor la tierra?

-Podría, pero te olvidas de un detalle importante, se trata de un tren de vapor, no eléctrico –aclaró Isabel-. El aire es el símbolo de espiritualidad, un elemento activo que se identifica con el soplo vital, el Verbo, el Alma universal. Si nos ceñimos a esta interpretación, el segundo cuadro nos dice que ese viaje iniciático, ese camino de la vida, ha de hacerse espiritualmente para evolucionar y encontrar la luz de la sabiduría, representada por la estatua dorada.

-Entonces, el tercer cuadro del Desfile en la Plaza Roja, simboliza la tierra.

-Efectivamente. La tierra simboliza la fecundidad, la regeneración. Su función es maternal. Por eso se le llama la Gran Madre. Pero también se aplica a un lugar espiritual: Tierra Santa o Jerusalén celestial para los cristianos, Tierra Prometida o Canaán para los hebreos e incluso Itaca para Ulises. En este caso, no puedo explicar por qué está el cuadro en tercera posición, cuando debería ponerse el primero, junto a los buques zarpando, puesto que es un símbolo más material. No obstante, si se aplica como lugar espiritual, Víktor Petrograd puede que nos esté indicando que ese camino iniciático nos llevará a un estado espiritual de iluminación, a esa Tierra Prometida que nos libera de la oscura ignorancia.



-Y el último cuadro, el Jardín Dorado, es ese lugar.

-Es la meta a alcanzar. El fuego es símbolo de purificación y regeneración, pero también de iluminación. Es, en esencia, la purificación del alma, del intelecto hasta llegar a comprender el todo. La estatua dorada simboliza precisamente la iluminación, la sabiduría, ese estado que trasciende lo físico.

-De todas formas, no me queda claro la estatua dorada. Representa la sabiduría, la iluminación, pero porta una espada, símbolo de la justicia.

-Por un lado simboliza la justicia junto con la balanza. Efectivamente la espada es un símbolo guerrero, militar e incluso asociado a la realeza. Con su hoja afilada separa el bien del mal. Pero si observamos su hoja brillante, también le otorga un significado más profundo: la luz. La espada flameante también separa la ignorancia de la sabiduría. Incluso los japoneses representan la espada como símbolo del conocimiento que corta todos los obstáculos para conseguir el despertar espiritual.



Rubén asintió satisfecho.

-Podríamos decir que la colección de Víktor Petrograd representa un viaje físico y espiritual.

-Claro, y para hallar la meta es necesario tener en cuenta los dos niveles de lectura –Isabel cerró todas las ventanas, desapareciendo de la pantalla cada una de las imágenes de los cuadros. A continuación se giró mirando fijamente a Rubén-. La pregunta es ¿qué importante viaje se produjo en la Rusia de 1936, 37 o 38 para que Víktor Petrograd lo plasmara en sus cuadros? ¿Qué ocurrió en ese viaje para que Ignacio Gorján sea capaz de mandar asesinar por conseguir la información? ¿Qué estamos buscando?

Rubén comenzó a pasear por el estudio meditabundo, entre la luz y la tiniebla, junto a la estantería de madera repleta de libros de arte, historia y literatura y frente a las máscaras africanas de grandes rasgos. Estuvo en silencio unos minutos hasta que se paró en seco y sonrió. Quizás era verdad que los espíritus de los guerreros rondaban para inspirar.


-Ya sé de qué viaje se trata y lo que estamos buscando. Si estoy en lo cierto, nos encontramos ante uno de los descubrimientos más importantes de España en el último siglo. Resolveríamos el enigma que durante décadas se ha ocultado por parte del gobierno soviético –se acercó al ordenador de sobremesa y comenzó a buscar en la base de datos-. También me atrevo a decirte que tienes razón. Se trata de un doble viaje: real y simbólico. Con el análisis de los cuadros nos ha permitido descubrir la clave oculta.

martes, 23 de mayo de 2017

El cuadro. Capítulo 15



- 15 -


Una vez ordenadas las imágenes en la pantalla parecían tener cierta armonía, como si plasmaran distintos momentos de una historia. Incluso podía decirse que había movimiento, orientando la vista hacia una dirección. Era extraña la sensación. Isabel le observó desde la cocina divertida.

-¿Y bien, qué te parece ahora? -preguntó mientras ultimaba unos emparedados.

-A decir verdad, parecen una secuencia, como si el orden de los cuadros descrito en el catálogo del Museo de Kiev no fuera arbitrario.

-Cierto. Una primera lectura nos indica que debemos seguir el recorrido de las imágenes hacia la derecha. No voy a entrar en detalles ahora, primero hay que contextualizar, pero si te fijas bien los barcos parten hacia el este, igual que el tren; los caminos trazados en la Plaza Roja van en la misma dirección y la estatua de la  Koljosiana lo confirma: mira hacia oriente. Esto me llamó la atención el otro día cuando comparábamos la imagen con el boceto. La Koljosiana original está orientada hacia el lado contrario. ¿Se trataba de un error o el cambio se debía a un motivo? Y ahí lo tenemos.

-¿Y donde nos quiere llevar Víktor Petrograd?

-Tendremos que averiguarlo -contestó con una enigmática sonrisa-. Pero lo primero es determinar qué sabemos de Víktor Petrograd.

La cocina americana estaba al fondo derecho del piso, pasado el estudio y el pequeño comedor. Al ser la estancia diáfana, los tres espacios estaban separados por la barra de la cocina y la amplia mesa en forma escuadra o “L” del estudio. Este contrastaba del resto por la gran pantalla LCD de 105 pulgadas colgada en la pared, el ordenador de sobremesa conectado a tres monitores de 27 pulgadas, un ordenador portátil, una impresora con escáner para formatos A3 y A4, lámpara Led con lupa, diversos tipos de lupa, pinzas, pinceles, atriles de distintos tamaños, tubos portalienzos y carpetas para guardar todo tipo de material gráfico. Y el espacio de la pared que había entre la mesa y la pantalla LCD se utilizaba para pegar notas, copias ampliadas de manuscritos, pinturas, fragmentos de códices o detalles de esculturas. Alejándose un poco se tenía una vista panorámica de todo el estudio: un collage de aparente desorden en el que se mezclaba el pasado, presente y futuro.

Rubén se sentó en una de las tres sillas de oficina ergonómicas de cuero acolchado y se desplazó hasta el ordenador portátil.

-Víktor Petrograd nació en la ciudad ucraniana de Kiev en 1910. Gracias a su gran talento y al poder económico de su padre, un importante empresario que amasó gran fortuna gracias a la revolución industrial en la época de los zares, pudo estudiar en la Facultad de Arte de Járkov y, posteriormente, en los Vjutemás o Talleres de Enseñanza Superior del Arte y de la Técnica de Moscú.

-Primer dato importante: los Vjutemás -Isabel cogió la bandeja y la llevó a una pequeña mesita de nogal que había en el estudio-. ¿Qué sabemos de estos talleres?

-Fue una escuela de arte y técnica de Moscú, creada en 1920 por Lenin para... -Rubén consultó en uno de los monitores- “preparar maestros artistas de las más altas calificaciones para la industria, constructores y administradores de la educación técnico-profesional”. Se daban cursos de arte e industrial.

-Si no recuerdo mal, los Vjutemás fueron el centro del vanguardismo, un lugar donde se estudiaba y trabajaba sobre un modelo experimental, innovador, incluso provocador, que desafiaba los valores de la cultura zarista existentes por entonces.

-Aunque Lenin no estaba muy de acuerdo con este movimiento -precisó Rubén-, lo cierto es que fue una revolución estudiar allí, porque dotaba a los alumnos de plena libertad individual para crear obras originales y subjetivas.

-Uno de los movimientos vanguardistas rusos fue el Suprematismo -Isabel cogió un libro titulado “Del cubismo y el futurismo al suprematismo. El nuevo realismo pictórico” de Kazimir Malévich-, orientado a la abstracción geométrica, utilizando formas puras y armónicas y empleando colores planos. Un ejemplo es el cuadro Suprematism de  Malévich en 1916.

Suprematism de Kazimir Malévich (1916)

-Por tanto, Víktor Petrograd conoció todos los movimientos artísticos vanguardistas antes de decidirse por el Realismo Socialista.

-¿Qué más se sabe de los talleres?

-En 1926 se reorganizó y cambió el nombre de Vjutemás por el de Vjuteín, es decir, Instituto. La institución solo duró diez años. En 1930 se disuelve y, bajo la presión del Partido Comunista, el movimiento artístico oficial será el Realismo Socialista. Las demás corrientes quedan prohibidas.

-La única forma de sobrevivir Víktor Petrograd como artista y trabajar para la Revolución es adaptarse al nuevo modelo artístico.

-Efectivamente -respondió a Isabel con aprobación-, se dedico a reflejar la vida idealizada de la Unión Soviética y enaltecer a sus dirigentes.

-Realismo Socialista no significa que los cuadros sean tan realistas como para parecerse al objeto original, significa que plasman la realidad objetiva, independientemente de la técnica utilizada -puntualizó Isabel-. Por tanto,  Petrograd dejó a un lado el estilo subjetivo, provocador y surrealista para llegar hasta las altas esferas del poder.

-Llegados a este punto, sabemos que Víktor Petrograd se formó en el arte vanguardista y, posteriormente, en el Realismo Socialista.

-Aunque la prohibición no le impidió introducir símbolos en sus cuadros que, interpretados según los ideales comunistas, adquirían cierto significado.

-¿Como por ejemplo? -preguntó Rubén.

-Como por ejemplo la koljosiana, mujer que trabajaba en las explotaciones agrícolas cooperativas o koljós. Era el símbolo del campesinado, al igual que el obrero simbolizaba el trabajador industrial. De hecho, en la Exposición Internacional de París de 1937 el arquitecto Borís Iofan diseñó una escultura en la que había un obrero sosteniendo un martillo, símbolo soviético del proletariado industrial, y una koljosiana portando brazo en alto una hoz -Isabel hizo una pausa para tomar un poco de té-. Inicialmente para  Víktor Petrograd la koljosiana tenía ese sentido soviético. Sin embargo, cuando comenzó la nueva vida en Francia, adquirió otro sentido, el de la libertad, como la estatua que hay en la isla de la Libertad al sur de la isla de Manhattan, Nueva York. Y si avanzas un nivel de lectura más, podría decirse que representa a la madre universal: Isis, Pesinuntica, Minerva Cecrópea, Venus Pafia, Diana, Proserpina, Ceres, Hécate, Maria Lactans o Virgen María.

-Pero en este caso porta una espada. Puede ser la diosa de la Justicia.

-Eso pensé yo en un principio, pero siguió eligiendo el símbolo originario, la koljosiana, la campesina que está ligada a la madre tierra, a la fecundidad. Con respecto a la espada, es cierto que simboliza el poder y la justicia. Es un símbolo guerrero. Pero también simboliza la luz y el relámpago por el brillo de su hoja. La espada, para los Cruzados, era un fragmento de la Cruz de Luz; el rayo de Indra era la espada del sacrificador védico; y los ángeles que expulsaron a Adán del Paraíso llevaban espadas de fuego. En alquimia… -Isabel se detuvo con la mirada puesta sobre la imagen de la koljosiana como si estuviera hipnotizada. Tardó unos segundos en reaccionar-. Nos estamos apartando del tema. Retomaremos este aspecto más adelante.

Rubén guardó silencio y miró la imagen de la estatua del Jardín Dorado. Todo parecía tener sentido.

-Hasta 1938 se consagra al movimiento artístico imperante. Según la entrevista que tuve con Mr. Canetnes en Marsella, en 1937 se le encargó un proyecto secreto: el diseño de una estatua de oro puro que representara la victoria de la Revolución Rusa. Pero un año después comienzan a producirse una serie de hechos extraños relacionados con el proyecto, concretamente ejecuciones y desapariciones de Comisarios del Pueblo de la Hacienda Soviética,  funcionarios y personal que trabajó en el diseño y construcción de la estatua. En la lista negra del NKVD estaba el propio Petrograd. Así que simula su propia muerte y huye con su familia a Marsella en marzo de 1938 bajo un pasaporte falso y con el nombre de Pierre Nouvie.

-Fue entonces –continuó Isabel-, cuando alterna el trabajo en el taller de joyería con la pintura.

-Sí. Según Mr. Canetnes, quería permanecer en el anonimato, a la sombra. Posiblemente para no ser descubierto y asesinado. En el momento en que se establece en Marsella, comienza un frenético trabajo artístico que nunca saldría a la luz.

-Excepto cuatro cuadros –aclaró Isabel.

Rubén afirmó con la cabeza mientras se levantaba para observar las pinturas digitalizadas en la pantalla. Se cruzó de brazos meditabundo.

-Fue Mr. Canetnes quien animó al nuevo artista a pintarlos –dijo en tono bajo, como si mantuviera un monólogo-. ¿Por qué lo haría? –Se giró hacia donde estaba Isabel con el ceño fruncido, esperando una respuesta.

-¿Qué sabemos de Mr. Canetnes? – Preguntó Isabel intentando reconducir el hilo de la historia-. Además de ser un afamado joyero de Marsella.

-Realmente Mr. Canetnes se llamaba Mijaíl Nayemnik, nacido en la ciudad rusa de Kursk. Durante el genocidio de los años 1932 y 1933 en Ucrania, su familia acogió a los padres de Petrograd en la ciudad rusa de Kursk. De ahí que se conocieran. Trabajó como espía ruso en el puerto de Marsella durante el gobierno del Frente Popular francés entre 1936 a 1938 y, posteriormente, en el gobierno de Vichy que se puso de parte de la España de Franco, la Italia de Musolini y la Alemania de Hitler.

-Parece que cuando alguien es traicionado es fácil cambiar de bando –apuntilló Isabel en tono irónico.

-Creo que terminó siendo una especie de mercenario de guante blanco. Se codeó con la alta burguesía francesa. Como tapadera utilizaba la joyería y el taller situada en el mismo puerto marsellés. Llevaba a cabo trabajos de contraespionaje, vigilando a los espías españoles del Bando Nacional e informando de los distintos sabotajes que se iban produciendo en los barcos y mercancías –volvió a la silla y continuó buscando entre sus apuntes-. Cuando Víktor Petrograd pintó los cuatro cuadros, el mismo joyero se encargó de darlos a conocer en el Museo de Kiev en 1940. Se incluyó en el catálogo y posteriormente se vendieron los tres primeros cuadros de la colección. El cuarto desapareció durante setenta años. El mismo Petrograd lo tenía escondido por alguna razón. Con la venta de los tres primeros se compró la casa de campo en la que has estado con Parisi.

Puerto de Marsella

-¿Por qué no vendió la colección completa?

-Eso mismo le pregunté a Mr. Canetnes la misma noche de su muerte. Solo me dijo que el cuarto cuadro es la clave de su venganza.

-Ahora comprendo por qué Ignacio Gorján es capaz de matar para recuperar el Jardín Dorado. Reuniendo los cuatro cuadros descubriremos el secreto –Isabel se dirigió al ordenador y abrió una carpeta con el nombre “CasaCampoMarsella”. En ella había centenares de imágenes de cuadros-. Ahora te voy a mostrar las influencias y estilos que inspiraron a Víktor Petrograd en su segunda etapa como pintor vanguardista.

Rápidamente comenzaron a abrirse en la gran pantalla innumerables ventanas con las imágenes. Rubén se levantó observando perplejo la inmensa labor creativa del pintor ruso.

-¿Y dices que todo esto lo pintó Víktor Petrograd? –No salía de su asombro-. Si se diera a conocer, junto con la verdadera historia, sería un auténtico bombazo.

-Realmente va evolucionando gradualmente su obra. No sé a ciencia cierta si obedece a un patrón o la línea pictórica fue espontánea. En cualquier caso, he visto una primera etapa influenciada por su pasado. Podría decirse que su actividad se centró en el retrato, con una precisa y enérgica interpretación fisionómica. Los detalles son extraordinarios, como si previamente hubiera estudiado los rostros.

Isabel comenzó a ampliar las ventanas de determinadas imágenes, poniendo cada una al lado de la otra.

-Parece la misma técnica utilizada por Rembrandt –indicó Rubén a medida que surgían las imágenes.

-Es la misma. Es como si Víktor Petrograd se inspirara en él. Tiene un pleno dominio de la técnica, jugando con el contraste de luz y oscuridad. Este contraste lo veremos más adelante en otras obras. Se repite mucho –con el cursor fue indicando determinadas zonas de las imágenes-. Retrató a numerosos personajes del arte, la literatura y la música. Entre los primeros están el propio Rembrandt, William Blake, Frederic Bartholdi, Sorolla o Francisco de Goya; del mundo de la literatura encontramos Dante Alighieri, Goethe, Oscar Wilde, Gérard de Nerval, Victor Hugo, Joseph R. Kipling, Voltaire o Pérez Galdós; y entre los compositores destacan los clásicos: Haydn, Mozart, Liszt, Beethoven, Sibelius o Berlioz. Es curioso que existan cuadros vinculados a algunos de estos autores. Por ejemplo –buscó entre los documentos-, varios cuadros de Las bodas de Fígaro de Mozart o La Divina Comedia de Dante. Es como si pudiera tejerse una red conectando cada cuadro. Todos tienen algo en común.

Rubén miró las imágenes desde otra perspectiva conceptual.

-Supongo que, conforme pasa el tiempo va alejándose de la realidad. No le veo como  pintor vanguardista.

-Por eso el cambio es gradual. En esta primera etapa, aunque retrata fielmente personajes, no faltan símbolos, como si quisiera dotar al cuadro… -buscó una definición lo más aproximada- de espíritu. No se queda en la mera imagen, juega con los tonos, los colores, las formas para invitar a ver el cuadro en distintos niveles de interpretación. Eso es lo que lo distingue de su época rusa, las interpretaciones en toda la obra –cerró las ventanas que había en primer plano y colocó otras-. Su siguiente etapa es la surrealista que, junto con el cubismo, lo convierte en un artista que busca en lo inconsciente, onírico, irracional, introduciendo un lenguaje visual más simbólico. Sus cuadros reflejan un Petrograd auténtico, como si hubiera estado durante mucho tiempo reprimido. Y me aventuraría a decir que vivió muy de cerca la Vanguardia –miró unos segundos a Rubén-. Sí. Hay que tener en cuenta que el cubismo y el surrealismo surgieron como movimiento artístico en Francia a primeros del siglo XX. Es más, en 1938 tuvo lugar la Exposición Internacional del Surrealismo en París. ¿Es coincidencia que eligiera Marsella para vivir, a medio camino entre Francia y España?

-Ahora que lo pienso, tienes razón. Muchos intelectuales huyeron a Estados Unidos o países de América latina. Tenía más opciones para elegir.

-En sus cuadros se ve una importante influencia de pintores surrealistas como Madritte, Miró, Dalí y Masson; mientras que Matisse, Picasso y Laurencin lo llevan al cubismo. En el estudio que Víktor Petrograd tenía en la casa de campo he encontrado también un último grupo de cuadros del movimiento suprematismo, pinturas compuestas únicamente por figuras geométricas simples: círculos, cuadrados, rectángulos, líneas, etcétera. Me llamó mucho la atención un cuadro totalmente negro con un círculo de blanco intenso en el centro.

El carnaval de Arlequín, Joan Miró (1924-1925)

Mantuvieron un largo silencio, observando imágenes, comparándolas con las de otros autores e imaginando las posibles interpretaciones. Al cabo de un rato Rubén preguntó: «¿Dónde está la firma?». Isabel negó con la cabeza. Ninguno estaba firmado.

-En resumidas cuentas –continuó Rubén-, Víktor Petrograd plasmó en su obra todo un lenguaje visual.


-Efectivamente, con sus diversas interpretaciones y niveles de comprensión. No era un pintor cualquiera. Estoy convencida de que puede encontrarse influencias de ciertos grupos o hermandades. Y en los cuatro cuadros que vamos a estudiar ahora están.

sábado, 20 de mayo de 2017

El cuadro. Capítulo 14



- 14 -



Eran las nueve de la noche cuando Rubén llamó al timbre. Durante todo el día habían trabajado por separado, Isabel atendiendo la tienda y Rubén documentándose. El día anterior, tras terminar los distintos encuentros con Ignacio Gorján y BJ, respectivamente, hablaron a través de la aplicación que el hacker había diseñado para asegurar la confidencialidad de las comunicaciones. Solo unos apuntes importantes se intercambiaron: la proposición de dirigir Isabel una galería, la entrega de los dos primeros cuadros por parte de Gorján, el acceso al sistema de la tienda de antigüedades desde casa de Dmitri Prestupleniye y la vinculación directa de Gorján con el imperio del empresario ruso. Ante la preocupación de que intentaran volver a introducir micrófonos en la tienda o en el estudio de Isabel, se decidió que los dos cuadros recibidos se quedaran en el sótano hasta que llegara Rubén al día siguiente.

La puerta se abrió con un chasquido metálico y subió por las escaleras hasta el segundo piso. Lo primero que encontró fue el taller totalmente ordenado y limpio. Ya no parecía un almacén abandonado. Las esculturas de madera, jarrones de porcelana o mesitas aguardaban en su lugar a la espera de un pequeño retoque. El taller estaba separado del estudio por una pared que formaba parte del dormitorio y una larga estantería repleta de libros de todo tipo: restauración, arte, arquitectura, historia y, en un pequeño hueco, literatura. Giró hacia la derecha encontrando a Isabel de pié frente a la gran pantalla que había en la pared.

-Buenas noches –dijo sin dejar de mirar las imágenes de las dos Koljosiana, la dibujada en el boceto que había escaneado y la del cuadro que Parisi envió en un pendrive-. Los cuadros siguen abajo. ¿Te ocupas de ponerlos en el montacargas?

-Sí. Antes de subirlos voy a mirar si han puesto algún micrófono.

Salió de nuevo al taller y se dirigió a la escalera de caracol situada en la esquina, junto al pequeño montacargas.

A partir de aquí  solo puedo hablar de lo que me han contado directamente Isabel Menat y Rubén Carter. Nunca se me ha permitido bajar al sótano en los años que ha durado mi investigación. Todos mis esfuerzos por conocer el lugar han sido en vano. Aunque circulan distintas versiones entre los anticuarios y marchantes que los conocen, casi podía decirse que leyendas urbanas, he preferido tomar como cierto la única versión de Isabel y Rubén. El caso es que las piezas más valiosas están guardadas en el sótano que hay debajo de la tienda. A dicho lugar se puede acceder desde la escalera de caracol de la tienda o desde la calle a través de un aparente montacargas diseñado para bajar vehículos. Una vez llegado al sótano por cualquiera de los dos accesos, hay una gran puerta blindada con doble sistema de seguridad: física y electrónica. Esa puerta solo la han franqueado ellos según me han confirmado toda persona con la que me he entrevistado. Unos dicen que se trata de una antigua cámara acorazada, otros un túnel antiguo que da acceso a la red de alcantarillas y, los menos, que se trata de un refugio antiaéreo. Ciertamente se trata de una amplia habitación de muros de hormigón en la que se guardan piezas de arte, papiros, pergaminos, incunables, códices, manuscritos y libros de gran valor económico, artístico e histórico. Muchas de ellas no están catalogadas, a la espera de ser devueltas a su legítimo propietario. Como ejemplos cabe destacar ejemplares de incalculable valor que salieron en 1992 de la Biblioteca Nacional de Sarajevo cuando fue incendiada por la artillería del ejército serbio-bosnio; o pergaminos y códices de la Biblioteca Nacional de Irak en la que se quemaron sobre un millón de libros en 2003, durante la invasión de tropas estadounidenses y británicas. En ambos casos, no sé de qué forma llegaron, estaban custodiados en aquel sótano para ser restaurados y devueltos al gobierno de Bosnia-Hercegobina y al de Irak. Aunque pueda parecer que el trabajo de Isabel Menat es la de vender antigüedades y restaurar obras de arte y que Rubén es más experto en trabajos de campo, lo cierto es que no siempre se mueven por motivos económicos. Esta especie de filosofía les ha llevado a granjearse el favor de instituciones internacionales y gobiernos.

Rubén entró en la cámara del sótano y se dirigió a los dos cuadros situados en una zona destinada a este tipo de obras. Sacó de su bolsa de tela el detector de señales que BJ le dio la noche anterior y lo encendió. A los pocos segundos comenzaron a iluminarse luces rojas y verdes. Lo acercó a un cuadro primero y comenzó a emitir unos pequeños pitidos. Igual resultado dio con el segundo cuadro. Rubén los examinó con sumo cuidado, mirando por los bordes de los bastidores hasta que descubrió que en la parte superior había dos clavos nuevos. Entre ambos, debajo del lienzo, parecía haber un pequeño agujero redondo. Los había localizado. Salió de la cámara y puso los cuadros en el segundo montacargas que subía hasta el taller.

Isabel seguía revisando las dos imágenes paralelas de la Koljosiana, a la izquierda la del boceto y a la derecha la ampliación del cuadro original. No le encontraba sentido. El ruido del montacargas la despertó de sus reflexiones. Miró unos segundos a su alrededor, como si intentara orientarse, y se encaminó hacia los dos cuadros. Rubén apareció por las escaleras indicándole que no hablara. Mientras los sacaba al taller, él conectó el equipo de música comenzando a sonar Down Hearted Blues de Bessie Smith.

-Aquí hay uno y en este otro también –indicó la zona concreta del bastidor.

Isabel sacó con cuidado los dos clavos que sujetaban el lienzo y lo levantó hasta destapar el agujero. Dentro había una especie de diminuto tubo de metal con una fina malla metálica. Con unas pinzas y la destreza del mejor cirujano, extrajo los micrófonos y los puso en un pequeño recipiente de plástico.

-Creo que pondré música clásica para trabajar mejor –dijo Isabel mientras volvía a poner los clavos en el mismo lugar. Rubén quitó la música y bajó las escaleras de caracol en silencio hasta la primera planta, donde estaba la biblioteca. Activó un reproductor de música que estaba conectado a varios altavoces repartidos por todas las salas de la tienda. Dejó el recipiente con los micrófonos en la mesa y subió de nuevo al estudio.

-Por lo pronto dejaremos que los micrófonos estén activos para mantener entretenido a Gorján y oiga lo que nosotros deseamos –dijo Rubén.

-¿Quieres un café bien cargado? –Preguntó Isabel desde la cocina americana-. Yo me voy a preparar una taza de té bien cargado. La noche va a ser larga.

-Sí, gracias –Rubén miró la pantalla-. ¿Qué has encontrado en estas dos imágenes?

-La orientación. Me ha llamado la atención que la figura del boceto mire hacia la izquierda y la del cuadro a la derecha.

-Quizás cambió de opinión.

-Eso pensé, pero he analizado el Desfile en la Plaza Roja y he descubierto otra similitud. Igualmente con los otros dos cuadros, los barcos y el tren.

-¿A qué te refieres?

Isabel se acercó al ordenador y abrió varios archivos de imágenes. Cerró la imagen del boceto y, segundos después, traslado las fotografías de su monitor a la pantalla grande. Juntos estaban los cuatro cuadros de Víktor Petrograd. Aunque fuera virtualmente, desde 1940, cuando fueron expuestos en el Museo de Kiev, no se había podido ver juntos.

-Creo que somos unos afortunados –sonrió Isabel emocionada-. Quiero que te fijes bien en las imágenes. Dime qué orden tenían en el catálogo y su título.

Rubén consultó su tablet unos segundos.

-Según el catálogo primero fue Barcos zarpando, luego El tren, Desfile en la Plaza Roja y, por último, Jardín Dorado.

Barcos zarpando, Víktor Petrograd, 1940

El tren, Víktor Petrograd, 1940

Desfile en la Plaza Roja, Víktor Petrograd, 1940

Jardín Dorado, Víktor Petrograd, 1940 (detalle de la estatua Koljosiana)

-La última es una de las ampliaciones que Parisi nos envió, concretamente la estatua. Si te das cuenta, todas tienen un mismo patrón. Los objetos tienen su función y significado según la zona que ocupan. Estos cuadros nos quieren decir muchas cosas. Y para descubrirlo es necesario analizar la vida de Víktor Petrograd, la época, el movimiento artístico, el contexto y los cuadros. Así que mientras organizo algo de comer y se preparan el café y el té, ve examinando las imágenes. Vamos a hacer un recorrido por cada uno de ellos estudiando su composición y significado, analizando la anisonopría del campo gráfico, sus elementos formales, el peso visual, las direcciones visuales y líneas de fuerza, el orden compositivo y el equilibrio de la composición. En estos cuadros vamos a encontrar mucha información. Víktor Petrograd fue un genio. Ahora estoy segura de que ese artista que vivió el resto de su vida en Marsella sacó todo su potencial para dejarnos un gran legado. No solo por estos cuatro cuadros, sino por toda su obra que está guardada en la casa de campo.

miércoles, 17 de mayo de 2017

El cuadro. Capítulo 13



- 13 -

  
El Mercedes-Benz Clase S Berlina aparcó delante de la tienda de antigüedades. Mientras el motor se mantenía en marcha Ignacio Gorján bajó y bordeó el coche para abrir la otra puerta. Isabel sintió su mirada sensual y provocativa. Durante el trayecto había intentado convencerla para ir a tomar unas copas.

-¿Seguro que no quieres ir a Stephan's? -intentó darle otra oportunidad-. Ya sabes que a partir de las doce de la noche se reúne lo más selecto del arte. No todo el mundo puede entrar.

-No gracias, estoy muy cansada -agradeció con una sonrisa forzada-. Además,  Stephan's ya no es lo que era. No me gusta ese ambiente. Demasiados esnobs en tan pocos metros cuadrados.

Ignacio Gorján asintió sin forzar la situación. No quería perder la pieza tan pronto. Era ese tipo de hombres pescardores, que tiran y sueltan el sedal para que el pez vaya perdiendo fuerzas hasta rendirse.

-Bien, lo comprendo. No obstante, me he permitido tomar la inicitiva y traerte los dos cuadros de Víktor Petrograd para que los guardes con el tercero que recuperasteis. Si no aceptas mi oferta de dirigir la galería de arte, al menos restáuralos.

-De acuerdo. Déjame pensar la oferta de la galería.

Acto seguido Gorján hizo una señal al conductor y este, impecablemente trajeado, bajó y sacó del maletero una caja de madera con los dos cuadros perfectamente embalados. Luego se dirigió hacia el portal y esperó a que Isabel abriera. Sin embargo, ella se dirigió a la puerta contigua que parecía ser la entrada a un garaje privado. Subió la persiana y le indicó que lo dejara dentro. Ante el asombro del conductor, Gorján le ordenó que lo hiciera.

-Esperaré tu respuesta. No hay prisa. Quiero que sea tu proyecto -se acercó cada vez más hasta sentir su perfume. La miró fijamente a los ojos, en el silencio de la noche, y lentamente se inclinó hacia ella.

-Buenas noches Gorján -se despidió Isabel con una sonrisa malévola.


***

Apenas quedaba gente en el bar El Automático. Estaban recogiendo las mesas y barriendo cuando BJ comenzó a guardar el ordenador portátil en la mochila.

-No bajéis la guardia. A partir de ahora os estarán vigilando -advirtió con semblante serio-. Lo mío no es trabajo de campo. Me muevo con facilidad a través de la red. Ahí sí os puedo ayudar. Pero en la calle no.

-Tranquilo, tomaremos todas las precauciones posibles.

-De todas formas -sacó de la mochila lo que parecía una radio o Walkie Talkie y se lo entregó a Rubén-. Esto es un TSCM, vamos un barrido electrónico o detector de micrófonos y localizadores. Este modelo rastrea un espectro amplio de frecuencias GSM,  3G, WIFI, Bluetooth, FM, VHF, UHF, 900/1200/2400. Haz de vez en cuando barridos.

-Puede que nos interese tener algún micrófono oculto de ellos. Nos puede permitir darles información errónea.

BJ sonrió en una especie de mueca maliciosa y divertida.

-El cazador cazado -pensó en voz alta-. Y ahora, ¿qué pensáis hacer?

-Necesitamos reunir los dos cuadros que tiene Gorján y estudiarlos a fondo junto con el que recuperé. La clave está en los cuadros. Ellos nos dirán por qué son tan valiosos.

-Me has dicho antes que Víktor Petrograd cambió radicalmente cuando llegó a Marsella -Rubén asentó-. Pasó de ser una persona racional a otra más pasional, por así decirlo.

-¿A dónde quieres llegar? -preguntó Rubén mientras caminaban por la calle Argumosa, más conocida como el paseo marítimo, una calle ancha, poblada de árboles y terrazas.

-A veces, cuando uno llega a un extremo suele pasar al otro, como un bucle. Quizás Víktor Petrograd descubrió un nuevo mundo en el arte -se detuvo un momento y miró a Rubén con aire filosófico-: no hay genio sin un gramo de locura.

-Aristóteles, como no.

-Quizás le pasó como a Don Quijote, veía cosas que otros no veían.

-¿Quieres decir que  Víktor Petrograd se volvió loco y los cuadros no tienen sentido?

BJ sonreía divertido, cabizbajo y con las manos en los bolsillos. Le gustaba hablar con Rubén dando un cierto toque de hermetismo.

-¿Realmente Don Quijote se volvió loco o era el hombre más cuerdo de la Mancha?

-Te comprendo. Hay que revisar nuestra concepción de la realidad y no descartar nada.

-Pensamiento lateral. No todo tiene un solo enfoque -BJ se sentía relajado-. ¿Qué es necesario para abrir una puerta? -preguntó divertido, casi infantil.

-Una llave, supongo.

-Has contestado muy rápido. ¿Por qué no te has parado a pensar que la respuesta más lógica es que la puerta esté cerrada? De nada te sirve una llave si la puerta está abierta -sonrió satisfecho. A BJ le gustaban los acertijos, los enigmas. A veces él parecía ser un enigma-. Te recomiendo La puerta de los tres cerrojos, de Sonia Fernández-Vidal. Es más que un libro.

-¿Con esto quieres decir que los cuadros de Víktor Petrograd deben ser vistos desde una perspectiva simbólica más que realista?

-Nosotros los hackers solemos dejar mensajes o comentarios en los códigos fuente que escribimos para crear una aplicación. Tienen apariencia de meras instrucciones, pero el perspicaz le encuentra la gracia -BJ seguía caminando, absorto en pensamientos que Rubén desconocía, con la misa mirada que pone cuando intenta imaginar el acceso a un sistema informático-. En literatura ha ocurrido mucho, escritores que empleaban un doble lenguaje cuando la Inquisición andaba al acecho. Incluso los mismos alquimistas hablaban simbólicamente para guardar el secreto. Con esto quiero decir que si hay alguien capaz de matar por esos cuadros es porque contienen algún mensaje que está a la vista de todo el mundo pero nadie lo ve, nadie lo sabe interpretar. Si sois perspicaces, es posible que le veáis la gracia, el verdadero sentido.

-Hasta ahora más que gracia hemos visto desgracia.


-Y hablando de gracia, ¿qué le dice un bit al otro? -preguntó como si estuviera con sus colegas-, nos vemos en el bus -empezó a reír solo.

domingo, 14 de mayo de 2017

El cuadro. Capítulo 12




- 12 -



El bar El Automático estaba en la calle de Argumosa, dentro del castizo barrio madrileño de Lavapiés. Era un bar acogedor, mezcla de diseño alternativo y castizo moderno. La primera vez que BJ fue le llamó la atención aquella tradicional fachada de madera antigua con dos ventanales a los lados; las paredes turquesa y su variada decoración de fotografías antiguas colgadas en las paredes, coches y botes de hojalata clásicos y carteles promocionando todo tipo de eventos. Le gustaba sentarse al fondo, en la esquina, bajo un espejo redondo. Entre clásicas sillas de madera, mesas redondas y banquetas apoyadas sobre barriles de cerveza, solía abrir el ordenador portátil y navegar por la red en compañía de su “rubia”, una refrescante cerveza Mahou. El Automático era su segunda casa, su refugio.



Rubén llegó a las ocho en punto de la tarde y el rincón estaba vacío.  Se acercó a la barra y pidió una caña de cerveza que le sirvieron junto con unas aceitunas. Permaneció sentado en el rincón hasta que a las ocho y cuarto entró BJ con semblante serio. Miró a una de las camareras y le pidió una pinta de cerveza.

-¿Te han seguido? -preguntó en voz baja, mientras dejaba la mochila en una silla.

-Buenas noches. Yo también me alegro de verte.

-No estoy para bromas.

-No me han seguido -Rubén comenzaba a preocuparse.

-Bien. Aquí estaremos a salvo. He dicho a mis colegas que vigilen por si acaso -BJ tomó un buen sorbo de cerveza y sacó el ordenador portátil -. Perdona, pero esto no me gusta -de pronto se paró en seco y, antes de encender el ordenador, miró hacia todos lados-. ¿Donde está Isabel?

-No ha podido venir, tenía una cena con un cliente.

-¿Qué cliente?

-BJ me estás poniendo nervioso. ¿Qué ocurre?

-¡Qué cliente es! -dijo despacio, intentando dominarse.

-Ignacio Gorján, el que nos mandó recuperar el...

-Sí, ya sé quién es y no me gusta -nunca había visto tan nervioso a BJ como aquel día. Era un muchacho tranquilo, con la inquebrantable paciencia de un hacker.

Mientras se cargaba uno de los sistemas operativos instalados en el ordenador, Rubén se acercó a la barra para pedir otra cerveza y una ración de croquetas caseras. Sabía que a BJ le gustaban más que las que ponían en Melos.

-Como ya dije esta mañana por el chat, os han estado siguiendo y espiando.

-Y casi me matan en Marsella.

-¡No jodas!

-Sí. Aún tengo el recuerdo en el costado.

-Peor me lo pones -tomó otro trago de cerveza y miró fijamente a Rubén-. ¿Sabes desde donde accedieron a vuestro sistema de seguridad? Curiosamente desde el mismo lugar donde entraste para recuperar el cuadro.

-Eso no es posible.

-¿Y sabes de quién es el piso lujoso? De nada menos que de Dmitri Prestupleniye -ambos permanecieron unos segundos en silencio. BJ ejecutó varios programas y el navegador de Internet-. Este es tu hombre, aunque me temo que hay alguien detrás de él.

-¿A qué te refieres?

-Prestupleniye está en las últimas. Haz cálculos. Nació en 1916.

-Ahora mismo debe tener 94 años.

-Sí y, aunque está forrado de dinero, de poco le va a servir. Es propietario de importantes empresas rusas, tiene acciones en medio mundo y un oscuro pasado -BJ seguía serio, hablando en voz baja, cauteloso-. En 1936, a los veinte años, fue oficial de la  GUGB, la policía secreta soviética y antecesora de la famosa KGB. Según he podido consultar en archivos rusos a través de la Deep Web, fue ascendiendo gradualmente durante la etapa de Stalin. Posteriormente pasó a trabajar en el Depósito del Estado de Metales Preciosos del Comisariado del Pueblo para las Finanzas, el Gokhran. Cuando Stalin murió en 1961, el nuevo secretario general del PCUS, un tal Nikita Jruschov,  hizo borrón y cuenta nueva. Lo llamaron desestanilización. El caso es que Dmitri Prestupleniye también limpió su imagen gracias a los contactos en la KGB y comenzó a dirigir fábricas. Entró en el mundo de las finanzas públicas. Tras las reformas de Mijaíl Gorbachov y la disolución de la Unión Soviética, un número importante de grandes empresas se privatizaron -hizo una pausa para acceder a un archivo de texto en el que había una larga lista-. ¿Sabes quién era el mayor inversor de esas empresas?

-Dmitri Prestupleniye. Aprovechó la situación para llevarse un buen trozo de pastel.

-O de ensaladilla rusa, según se mire. El caso es que nuestro amigo asentó su economía en Rusia y desplegó las alas a los mercados internacionales. Tiene un gran imperio, empresas en medio mundo, cuentas en paraísos fiscales y un mercado de lo más variado. Incluido la seguridad.

-Sin embargo, me has dicho que hay alguien detrás de él.

-Sí. Un sucesor muy especial y peligroso. ¿No te lo imaginas? -giró el ordenador portátil para que Rubén pudiera ver con claridad una fotografía-. Esta imagen está hecha hace un año. Como verás, vemos a  Dmitri Prestupleniye inaugurando una fábrica de componentes electrónicos. Ahora dime a quién ves en segundo plano, entre la gente. Es la única imagen que he encontrado estando los dos juntos.

Rubén palideció al ver la fotografía a pantalla completa. No podía dar crédito al giro que estaban dando los acontecimientos. Efectivamente, se trataba de una visita de Dmitri Prestupleniye a una fábrica. A pesar de sus noventa y cuatro años, parecía gozar de buena salud. De estatura baja, grueso, con escaso pelo peinado hacia atrás, se veía junto a técnicos vestidos con bata blanca y rodeado de ejecutivos trajeados impecablemente que intentaban aparentar gran interés en el nuevo proyecto. Y uno de de esos ejecutivos era  Ignacio Gorján. Miraba hacia otro lado, totalmente ajeno al momento de la fotografía. Quizás ese despiste le había delatado.

-No puede ser -dijo Rubén incrédulo-. Será una coincidencia.

-No. Las empresas que Dmitri Prestupleniye tiene en España y Latinoamérica las dirige Ignacio Gorján. Es su mejor asesor y mano derecha, el candidato perfecto para sucederle porque conoce perfectamente la línea de actuación de Prestupleniye. Así que no es de extrañar que esté detrás de todo esto. Solo le queda esperar a que palme el viejo –BJ hizo una pausa abstraído, mirando hacia la puerta-. Ahora mismo Isabel está cenando con un hombre peligroso y muy ambicioso. Lo que no comprendo es su obsesión por vosotros.

-Los cuadros.

-¿Como?

-Quiere los cuadros por algún motivo. Ellos encierran un secreto que no quiere que se revele.

-O quizás esconden un secreto que quiere descubrir.

Rubén lo miró largamente, como un jugador de ajedrez a su contrincante. Quería encajar todas las piezas, imaginar una estructura que le diera la visión piramidal de aquella trama. Durante media hora explicó a BJ lo que habían descubierto hasta el momento, las conversaciones con Parisi Nouvie, el encuentro con el antiguo espía ruso Mijaíl Nayemnik o Mr. Canetnes, el incidente en la Basílica de Notre-Dame de la Garde y los nuevos datos que el anticuario de Marsella César Bloziat les aportó. Bj escuchaba con atención, asintiendo de cuando en cuando como si recibiera instrucciones.

-¿Te has planteado que Ignacio Gorján sea un Troyano? –Preguntó BJ como si hablaran de virus informáticos-. Sí, un Troyano. Puede que lo que ha ocurrido hasta ahora sea una cortina de humo y necesitéis un fireware.

-En cristiano, por favor.

-Por lo que me has contado, y teniendo en cuenta que todos están metidos en la misma red, ellos intentaron apoderarse del cuarto cuadro. Por eso murió el anticuario de París. ¿Qué harías si tu plan ha fracasado y un nuevo intento puede hacer que levante tu tapadera?

-Decidiría que otros hicieran el trabajo por mí.

-Cierto, dejar que otros entren en escena. Para Gorján fue una suerte que Parisi se pusiera en contacto con vosotros para investigar el cuadro. Ha aprovechado vuestra relación comercial para que seáis sus zombis. La jugada ha sido diseñar un spyware y colarlo, es decir, poner micrófonos y GPS en la tienda, tu apartamento, en vuestras ropas y objetos para conocer vuestros pasos -Rubén recapacitó. Miró de nuevo la fotografía-. Gorján ha sido neutralizado por el momento, pero tiene otras alternativas. Recuerda la misión de un troyano: acercarse a vosotros, entrar en vuestro círculo para obtener información, controlaros y manipularos. Y lo va a hacer silenciosamente, sin que os deis cuenta. Os va a utilizar para sus intereses, para llegar hasta el cuadro que se esconde en París.


-En ese caso habrá que diseñar una estrategia. Descubrir qué esconden los cuadros. Cual es el motivo para que Gorján ordene matar por ellos. Dejaremos que crea que nos maneja mientras llegamos al final de este asunto. Se está tomando muchas molestias.

viernes, 12 de mayo de 2017

El cuadro. Capítulo 11


- 11 -

Frente al espejo de pie clásico de madera blanca, Isabel se veía satisfecha: camisa con mangas de tres cuartos color blanco sin permitir que se trasluciera; falda tubo color negro liso que le llegaba unos centímetros por encima de las rodillas; un blazer o chaqueta negra; y unos clásicos zapatos stilettos, con tacón de aguja. La ropa marcaba sus curvas, el pecho, la cintura y las piernas, de forma natural, sin llamar demasiado la atención. No era de esas personas provocativas a las que les gusta lucir sus atributos. Todo lo contrario, era discreta y elegante. Y esa misma norma la seguía con el maquillaje. Al tener una piel morena, se puso una base de maquillaje de tono amarillo, sombra de ojos marrón cálido, durazno en las mejillas y rojo mexicano para los angulosos labios. La combinación de colores, con las sombras y los brillos, le daba un aspecto fresco, alegre y sensual. Había utilizado la cantidad necesaria de manera que parecía formar parte de su piel, como si la naturaleza la hubiera dotado de ese esplendor. Se dejó el pelo cobrizo suelto y con dos mechones hizo una trenza.

Puntual como un gentleman británico, llegó Ignacio Gorján en un Mercedes-Benz Clase S Berlina. Vestía un traje oscuro, hecho a medida, de William Westmancott, con camisa blanca rayada en azul claro de cuello Windsor, en cuyos puños lucía unos gemelos de oro, acompañada en contraste de una corbata de seda azul oscuro con pequeños lunares blancos. Bajó del coche luciendo unos impecables zapatos oscuros de Stefano Bemer. Isabel lo observó por uno de los ventanales e intentó hacer un cálculo aproximado de lo que valía su ropa. Le hizo esperar unos minutos y luego bajó recibiendo un calculado y cortés saludo.

-He de reconocer que estás radiante esta noche -dijo Gorján mientras le ayudaba a entrar en el coche-. He reservado mesa en La Terraza del Casino. Espero que te gusten las vistas de la calle de Alcalá -Isabel le correspondió con una comedida sonrisa.

El restaurante estaba ubicado en la azotea del Casino de Madrid, un edificio palaciego del siglo XIX con fachada modernista ubicado en la calle de Alcalá. A pesar de llamarse La Terraza del Casino, realmente no estaba junto a ningún local de apuestas. Desde 1836 el Casino de Madrid fue un club social de las clases altas. Sin embargo, con la llegada del nuevo milenio, muchas dependencias quedaron abandonadas, lo que llevó a una reestructuración buscando nuevas fórmulas como el distinguido restaurante. En 1998 Ferran Adriá decidió poner en marcha el proyecto y el chef Paco Roncero, con dos estrellas Michelín, se encargó de dirigir la cocina.



Antes de subir al restaurante, una persona esperaba en el ascensor para acompañarlos. El motivo no era solo dar un buen servicio, también tenía la función de comprobar que los caballeros vistieran con chaqueta, imprescindible para acceder a la terraza. En más de una ocasión tuvo que ofrecer una prenda a aquellos que desconocían este requisito. En el caso de Ignacio Gorján, se limitó a sonreír cortesmente y acompañarlos.

A Gorján le gustaba ir todas las semanas para disfrutar los platos sorprendentemente creativos e innovadores: «toda una sinfonía del paladar», solía decir. Desde la terraza las vistas eran sensacionales, ofreciendo el espectáculo único de una de las arterias del Madrid de los Austrias, con sus edificios antiguos de cúpulas y azoteas, bajo un cielo estrellado. Desde allí uno tenía la sensación de dominar el mundo.

Tomaron asiento en una de las mesas de la terraza. Isabel observó el interior bien iluminado, decorado con columnas, lámparas de araña y un suelo que le recordó a los dameros de ajedrez. Tenía un estilo moderno, alegre, totalmente distinto a la apariencia del edificio.



-Para beber tráiganos una botella de Gran Reserva 2004 de Remírez de Ganuza -ordenó Gorján a la pregunta del camarero-. A diferencia de lo que otros puedan opinar, sobretodo los que frecuentan ese restaurante al que llaman Sabatini, el vino de Remírez de Ganuza es de los mejores del mundo.

-Es posible –respondió indiferente Isabel, deseando entrar en el tema que los había llevado allí-. Reconozco que el vino cuenta con los mejores racimos de graciano, viura, tempranillo y malvasía del año 2004. Y su sabor cremoso, con cierta fresca acidez y suave gusto lácteo lo hace inconfundible. El gusto me recuerda a la mina de un lápiz. Sí, es un buen vino de La Rioja.

Ignacio Gorján la observó sorprendido, como si no esperara una respuesta de ese tipo en una mujer tan atractiva. Isabel sonreía. «¿Qué se habrá creído este? ¿Porque sea mujer ya no entiendo de vinos?», pensó.

-Me asombras –respondió con una amplia sonrisa, como si hubiera descubierto un espécimen raro-. Nunca había pensado que detrás de esos ojos verdes hubiera -buscó la palabra políticamente correcta, aunque Isabel ya la sabía-… una mujer con estilo y personalidad.

El camarero llegó y protocolariamente sirvió un poco de vino a Gorján para su cata. Este observó el color rojo picota del caldo, lo olfateó y bebió lo suficiente para saborearlo como un catador profesional. Al cabo de un minuto, asintió con la cabeza y el camarero sirvió las dos copas.

-Reconozco que la sumiller María José Huertas es la mejor en su género diseñando la carta de vinos -tomó otro pequeño trago disfrutando con los ojos entrecerrados el Remírez de Ganuza-. A mí nunca me han gustado los vinos franceses. Recuerdo que hace años Paco Montegrifo, el que fue director de la sucursal de Claymore en Madrid, me hablaba de cómo los años van cambiando el gusto de un Borgoña por un Burdeos. Era capaz de pagar una fortuna por una caja de Petrus o de Chateau d'Yquem. El muy necio.

-Supongo que no hemos venido a hablar de vinos –dijo Isabel exasperada, deseando cambiar de tercio.

-Naturalmente -respondió condescendiente, mostrando una sonrisa seductora-. Hay mucho de qué hablar. Pero primero comamos. He pensado que te gustaría probar las revolucionarias creaciones de Paco Roncero. Es un menú degustación muy completo.

A lo largo de la velada fueron llevando distintos platos en los que se combinaban diseño y sabor. Iniciaba los entrantes con un cocktail Daiquiri Frozen a dos temperaturas, seguido de pan con mantequilla de aceite, bizcocho negro de sésamo y miso, lazo de remolacha, aceituna crocante, una cucharita de fresa al campari y un sublime bocadillo de chorizo.

-¿El negocio del que me quieres hablar tiene que ver con el cuadro que recuperamos? -preguntó Isabel mirándole fijamente a los ojos.

-Sí, pero es más que eso -Gorján dejó los cubiertos sobre el plato adoptando una posición de cercanía y afabilidad-. Como sabrás, soy inversor. Me muevo por los mercados internacionales. Mi vida son los negocios.

-Eso ya lo sabía – dijo impaciente. Gorján hizo caso omiso del comentario y continuó como si relatara su vida en un documental.

-Pero también me gusta el arte. Nos conocemos desde hace varios años. ¿Cuantos? -hizo una pausa-. ¿Cinco años, seis? He invertido mucho en cuadros, sobretodo en aquellos que guardan interesantes historias. Y creo que ha llegado el momento de buscar otra perspectiva de negocio.

-Al grano Gorján.

Aquella noche Ignacio Gorján descubrió cierto encanto en Isabel, quizás algo de morbo. No solo era por su aspecto exótico, la forma tan elegante de vestir y los gestos sensuales. También le atraía el aire de mujer fuerte y dominante en apariencia, con ese juego intelectual «poco frecuente en una mujer». Una de sus aficiones eran los caballos. Le gustaba domarlos, someterlos a su capricho. E igual concepción tenía de las mujeres. Cuanto más se resistían más se interesaba por ellas.

-He pensado que ya es hora de abrir mi propia galería de arte en Madrid -esperó unos segundos observando el inexpresivo rostro de Isabel-. Naturalmente sería un primer paso para abrir otras en Nueva York, Londres, París, Roma y Tokio.

-Pues te deseo mucha suerte -dijo mostrando desinterés.

-El problema es que necesito a alguien con talento -«unas bonitas piernas y grandes pechos», pensó Isabel-, inteligencia y buenos contactos.

-Si estás pensando en mí, ni lo sueñes. No trabajo para nadie.

-Podrías ganar mucho dinero. Grandes eventos. No como esa tertulia que organizas de vez en cuando en la tienda. Te hablo de viajar por todo el mundo, hoteles de lujo, restaurantes exclusivos -miró a su alrededor-, asiento Vip en los aviones y una tarjeta Oro.

-¿Y qué hago con la tienda?

-¡Ah!, la tienda. Que se encargue Rubén. Para esas cosas es bueno. Le gusta encerrarse en bibliotecas buscando la historia de las piezas de arte -Gorján se acercó más a Isabel, buscando la forma de entrar en su espacio y ganarse la confianza-. Te propongo la oportunidad de que salgas al mundo, de ser tú misma y vivir una vida mejor.

-Ya lo he decidido: no.

-No hace falta que me des una respuesta ahora. Prométeme que te lo pensarás -posó su mano sobre el suave antebrazo de Isabel. Ella frunció el ceño dirigiendo una fría mirada hacia la mano. Ignacio la retiró lentamente sin perder la sonrisa. Como si nada hubiera pasado, cogió la copa de vino y lentamente tomó un sorbo. Algo guardaba en la recámara-. Me he permitido adquirir un local cerca del Paseo de la Castellana e inaugurarla con una exposición del arte ruso haciendo un recorrido histórico de todo el siglo XX -miraba a Isabel fijamente, divertido, ocultando una sonrisa de lobo-. Y quiero que entre las obras más destacadas estén los tres cuadros póstumos de Víktor Petrograd.

Isabel notó como la adrenalina activaba todo su cuerpo aumentando el ritmo cardíaco. Necesitaba respirar. El nombre del artista ruso le ponía nerviosa. Después de los últimos acontecimientos nada bueno podía esperar.

Tuvo tiempo de reponerse tomando una nueva copa de vino. Era la hora de probar los tapiplatos, los platos fuertes en tamaño reducido, como los frascos de esencias. Era una forma de probar distintos platos disfrutando de sabores y texturas únicos sin llegar a ser pesados. Comenzaron por una original lasaña de ostra en tartar, con crema de tuétano y aire de yema; luego risotto de guisantes, bacalao y cerezas; para terminar con Wagyu con puré de apio, foie y salsa teriyaki. Cuando creía Isabel que habían concluido, el camarero llevó dos platos más: San Pedro con puré de limón y Pichón con gelé-cru de manzana al casis.

-Reconozco que el proyecto es interesante -dijo Isabel planteando una nueva estrategia.

-Sabía que te gustaría -Gorján parecía entusiasmado, estaba consiguiendo domar a aquella fierecilla para que comiera de su mano-. Por esta razón, quiero que restaures la colección de los tres cuadros que se expusieron en el Museo de Kiev en 1940. Desgraciadamente el cuarto cuadro desapareció y nunca se ha recuperado -su sonrisa se apagó-. Una lástima. El valor de la colección hubiera subido -pareció meditar unos segundos. Isabel lo miraba con recelo, intentando adivinar cual era realmente su propósito-. Bueno, tres cuadros son mejor que ninguno. ¿No te parece? -Isabel asintió-. Si tu amiguito Rubén pudiera buscar alguna historia... digamos... interesante y creíble, mejor.

-Tendré que consultarlo con él.

-Claro, claro. Tú mandas.

La sorpresa llegó con el postre. Allí mismo se preparó un coulant de chocolate sobre un cazo con distintos tipos de chocolate y calentado con nitrógeno líquido. Isabel no pudo resistir la tentación de romper la fina capa y tomar pequeñas cucharadas de aquel afrodisíaco.

La conversación dio un giro hacia temas más triviales, con insinuaciones, propósitos y miradas incómodas. Gorján sonreía satisfecho, escuchándola con atención sabiendo que ya era suya.


El café estuvo acompañado de pequeñas locuras o petit fours consistentes en filipinos de chocolate y bombones crujientes.