domingo, 26 de marzo de 2017

El cuadro. Capítulo 3



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Al día siguiente cogieron un avión desde el aeropuerto Adolfo Suárez Barajas de Madrid  por la T4 hacia Marsella. Partieron a las una y media de la tarde y hicieron escala en el aeropuerto Heathrow de Londres. Dos horas y media había durado el trayecto y otras dos permanecieron en la zona internacional para coger un nuevo avión de la compañía British Airways desde la Terminal 3. Mientras esperaban el siguiente vuelo, Rubén llamó a Ignacio Gorján para informarle que estaban de viaje y hasta el lunes no podrían llevarle el cuadro recuperado. Gorján se mostró comprensivo y aceptó verse el lunes por la tarde en la tienda de antigüedades. Quería hacerles una oferta interesante y prefería comentarlo en persona.

A las cinco de la tarde retomaron el viaje desde Londres cruzando el Canal de la Mancha hacia Marsella. Durante el trayecto volvieron a examinar las copias de los bocetos y las imágenes parciales del cuadro. Los originales quedaron guardados en el sótano de la tienda junto con el lienzo rescatado. Isabel revisaba las notas que había tomado en la comparación de las imágenes recibidas de Marsella con el lienzo “Desfile en la Plaza Roja”, y de cuando en cuando miraba por la ventanilla pensativa, encerrada en sus propias reflexiones, aislada del mundo. Rubén contactó con BJ a través de una aplicación móvil. Usando el protocolo SOCKS, los mensajes se transmitieron en varias capas de cifrado a través de Internet, desde el origen hasta el destino, pasando por diferentes nodos. 


-----------------------Rubén.Carter
Alguna novedad sobre quién ha podido
entrar en el sistema de seguridad
de la tienda?

BJ.Ulises -----------------------
Aún no. 
El que ha entrado no ha dejado
huella. Nada de dirección IP
Para entrar ha pasado por varios
servidores  proxy encadenados
Estoy verificando los accesos 
de estas últimas dos semanas


-----------------------Rubén.Carter
Es posible que hayan colado
 algún programa?

BJ.Ulises -----------------------
Lo estoy revisando. Estoy haciendo
un escaneo profundo en el servidor
Por lo pronto nada de cookies, 
javaScripts o ActiveX
La actividad es normal y el Fireware
no ha detectado anomalías por el 
momento

-----------------------Rubén.Carter
Avísame cuando encuentres algo

BJ.Ulises -----------------------
Ok


-----------------------Rubén.Carter
Por cierto, necesito que me hagas
un favor

BJ.Ulises -----------------------
Dispara


-----------------------Rubén.Carter
Búscame todo lo que contenga
las palabras clave:
“Pierre Nouvie”
“Víktor  Petrograd”
“Desfile en la Plaza Roja”

BJ.Ulises -----------------------
Vale

A las ocho de la tarde el avión aterrizó en la Terminal 1 del aeropuerto Marsella Provence, situado en la comunidad  de Marignane al noroeste de Marsella. Desde allí cogieron un taxi adentrándose por la ruta más rápida, la Via A55, recorriendo solamente 24 kilómetros, catorce de ellos por autopista.  Fueron por el interior hasta que, en la entrada a la ciudad, comenzó a verse la costa y el puerto moderno. Siempre bordeando el puerto continuaron por el Boulevard de Dunkerque avanzando hacia la Rue de la Republique, conocida por sus edificios de estilo haussmanniano que representaban la modernidad del siglo XIX. Al final de Republique les esperaba el Vieux Port o viejo puerto, un entrante natural que formaba un largo pasillo dibujando una especia de “U”. Caminaron por la zona oeste  hasta llegar al  Hôtel La Residence Du Vieux Port, en la  18 Quai du Port



Se trataba de un hotel tranquilo, estilo vanguardista. Resultaba curioso ver puertas, sillas, cojines, cuadros y mesas de distintos colores vivos, predominando las figuras geométricas para crear una atmósfera familiar. Bastante acogedor, distinto a los hoteles convencionales. Sin embargo, lo que más impresionó a Isabel y Rubén fueron las magníficas vistas al Vieux Port de Marsella, anegado de todo tipo de embarcaciones en formación como soldados con lanza en mano dispuestos para la guerra. Una vez dejadas las maletas en las distintas habitaciones. 

A las diez de la noche Isabel y Rubén esperaban frente al Ferry Boat, un barco que atraviesa el puerto viejo desde el Ayuntamiento. Inicialmente habían quedado allí por petición de Parisi quien prefería un primer encuentro en público. Pronto apareció  por la Quai de la Fraternité con paso prudente, mirando a su alrededor en busca de la pareja. Isabel la reconoció por la fotografía del libro que Parisi escribió y le hizo un gesto con el brazo. Llevaba unos pantalones vaqueros y una blusa blanca bajo un jersey de lana azul oscuros. Colgado a modo de bandolera sujetaba una bolsa de tela. Tenía un aspecto juvenil, de estudiante de primer curso de arte. El pelo recogido con una coleta dejaba ver un rostro de rasgos suaves y piel blanca, con alguna que otra peca. Al verlos de cerca pareció relajarse con una agradable sonrisa.

Fueron hasta el embarcadero y subieron al Ferry Boat. El paseo comenzó.

-¿Han visitado alguna vez Marsella? -preguntó Parisi a modo de inicio-. Este puerto es legendario.

Por la noche el puerto estaba iluminado por todos los viejos edificios circundantes y las luces de las barcas, yates y veleros que permanecían en formación como fieles guardianes.

-Desde el hotel se ve una panorámica genial. Nunca había visto un puerto tan hermoso -dijo Isabel.



Parisi sonrió orgullosa.

-Los griegos llamaban a la ciudad Massalia y el puerto fue el centro mismo de la expansión griega en el Mediterráneo occidental. En la Edad Media se convirtió en el puerto de partida hacia Tierra Santa para combatir en las Cruzadas. ¿Veis allí? -señaló hacia el sur- El de la derecha es el Fort Saint-Jean  y a la izquierda Fort Saint-Nicolas. Durante mucho tiempo vigilaron el acceso al puerto.

El puerto permanecía en calma, silenciosas las aguas bajo una suave brisa. El Ferry Boat apenas hacía ruido con sus motores de propulsión eléctrica. Rubén miró hacia el otro extremo del viejo puerto.

-Esta tarde, cuando veníamos por la Quai de la Fraternité, he visto una iglesia de fachada neobarroca. La verdad es que destaca sobre el resto de edificios.

-Imagino que se refiere a la iglesia Saint Ferreol. Inicialmente, en el siglo XII, hubo una pequeña capilla perteneciente a la orden de los Templarios pero tras su disolución pasá a ser propiedad de los hermanos agustinos. La fachada original era de estilo gótico, pero tras la Revolución Francesa se cambió a la forma que ahora tiene. El diseñador fue Desiré Michel.

Era curioso como podía verse una ciudad de tantas formas posibles. Isabel y Rubén habían viajado varias veces a Marsella por motivos de trabajo y siempre se habían limitado a la extensa Rue Edmond Rostand, donde se encontraban los más importantes anticuarios de Marsella. Sin embargo, desde el viejo puerto estaban descubriendo otra Marsella, más mítica y misteriosa. ¿Qué grandes historias se habrían originado en aquel puerto bien protegido por dos Fuertes? ¿Qué tragedias, romances, destierros, intrigas o complot nos guardaba la historia? 



Hubo un breve silencio antes de abordar el tema de la carta. Parisi no sabía como empezar, en su cabeza se remolinaban pensamientos, imágenes, recuerdos de una infancia feliz pero llena de secretos. Tenía la sensación de haber despertado de una mentira, de un pasado ficticio.

-Hace dos semanas murió mi abuela paterna -comenzó incomoda-. Era la única persona que me quedaba en este mundo. Mis padres murieron en un accidente de barco cuando tenía veinticinco años. Así que me hice cargo de mi abuela -hizo una pausa-. El caso es me ha dejado en herencia una casa de campo a las afueras de Marsella y objetos que tienen más valor sentimental que económico. 

-Y parece ser que también escondía la casa un misterio -interrumpió Rubén. Parisi lo miró sorprendida y asintió.

-Sí. Desde pequeña he jugado todos los veranos en esa casa y nunca reparé en el baúl. Siempre ha estado en el dormitorio de mis abuelos, a los pies de la cama. Es de esos que se utilizan para guardar sábanas. Ya digo que nunca me llamó la atención.

-¿Cuando murió exactamente su abuela?

-El domingo veintiocho de febrero. El día tres de marzo decidí ir a la casa para hacer inventario. Estuve toda la tarde recogiendo la ropa de mi abuela para darla a la beneficencia hasta que por la noche se me ocurrió mirar en el baúl.

-Y encontró más interrogantes -Rubén sonrió levemente con la mirada ausente en la antigua capilla templaria-. Parece que Shakespeare tenía razón cuando dijo aquello de que el pasado es un prólogo. Por lo que deduzco de la carta que nos envió, abrir el baúl ha sido el comienzo de una historia que todos ignoramos -hubo un silencio hasta que Rubén volvió en sí-. ¿Qué había exactamente en el baúl?

-Lo primero que vi fueron los bocetos, había muchos, también el lienzo, un reloj antiguo de bolsillo, cartas y… -hizo una pausa, como si intentara encajar las piezas de un rompecabezas sin sentido- postales, muchas postales de Rusia.

Isabel y Rubén cruzaron miradas de sorpresa mientras Parisi aguardaba inquieta. Junto a ellos había una pareja de turistas observando el contraste de un viejo puerto albergando embarcaciones modernas. A Rubén le llamó la atención que el joven hiciera fotografías sin flash. En todo el trayecto apenas cruzaron palabras.

-¿Qué hizo con todo lo que había en el baúl?

-Lo metí todo en una maleta y me lo llevé a casa para estudiarlo mejor. No sabía qué valor podían tener la pintura y los bocetos. Soy profesora de Arte, sé que la pintura al óleo tiene un estilo realista parecido a los pintores de las primeras décadas del siglo XX. Pero la ausencia de firma y fecha me hizo dudar.

-Supongo que el lienzo lo llevaría a París para que Mr. Huguet lo examinara. De lo contrario no nos hubiera enviado el recorte del diario Le Monde.

-Así es -confirmó mientras su rostro mudaba en tristeza-. Al día siguiente viajé a París para enseñarle el lienzo a  Mr. Huguet. Dentro de nuestros círculos es conocido por ser gran experto en arte. Aunque se dedica a las antigüedades, sus conocimientos no tienen… perdón, tenían límites. De hecho, en más de una ocasión le pedí que diera conferencias en la Escuela de Arte. Me gustaba el entusiasmo con que explicaba la pintura y escultura. Sabía contagiar su amor por lo clásico -sus ojos centellearon al recordar sus magistrales conferencias, tan amenas y personales que parecía haberlas vivido durante todos estos siglos.

-¿Qué hizo después?

-Regresé a Marsella y llevé algunos bocetos a la tienda de antigüedades Bloziat-Antiquite. Pensé que no estaría mal vender algunos. Me dijeron que tenían poco valor pero podría venderlos a algunos clientes que coleccionan todo tipo de bocetos para libros de arte. 

-Me ha dicho que eso fue el jueves cuatro de marzo.

Parisi afirmó con la cabeza. El Ferry Boat llegó a la otra orilla del viejo puerto y los tres continuaron el paseo hacia la basílica de Notre-Dame de la Garde, más conocida por la Buena Madre, situada entre los distritos de Roucas Blanc y Vauban. Isabel había estado callada durante todo el camino, pensativa, como si mantuviera el interés en la relación entre los cuadros Desfile en la Plaza Roja, El Jardín Dorado y los bocetos. 



-El sábado me quedé en casa corrigiendo algunos trabajos de los alumnos y por la tarde salí a tomar unas copas con unas amigas. Al llegar sobre las doce de la noche me encontré la casa desordenada, como si alguien buscara algo. Me asusté y llamé a la policía.

-¿Se llevaron algo? -preguntó Isabel saliendo de su letargo ensimismamiento.

-No. Estaba asustada. Habían invadido mi espacio privado, mi intimidad. No sé lo que hubiera hecho de encontrarme aquella noche en casa.

-No se preocupe Parisi -dijo Rubén con toda seguridad-, nunca hubieran entrado estando usted en casa. Así que no se llevaron nada.

-Según la gendarmería no forzaron la entrada y dudaban de que pudieran encontrar huellas. De todas formas, al no faltar nada, decidieron marcharse.

-Parece que se está poniendo de moda eso de entrar en casas ajenas y salir con las manos vacías -pensó Rubén en voz alta.

-Salvo el caso de París -objetó Isabel-. ¿Qué ocurrió con el cuadro que encontró en el baúl?

Parisi calló unos largos segundos sin saber el alcance que podía tener revelar el paradero del cuadro. Era lógico suponer que si no lo habían encontrado en casa de Parisi fueran a París.

-Aquella noche llamé a un amigo, bueno un antiguo novio que vive en París. Le conté lo ocurrido y le pedí que fuera al día siguiente a casa de Mr. Huguet para recoger el cuadro y llevarlo a un lugar seguro.

-¿Le dijo a qué lugar lo escondería? -preguntó Rubén.

-No. Prefería que no me lo dijera -Rubén asintió satisfecho-. Al día siguiente, domingo, llamé a Mr. Huguet y le dije que habían entrado en mi casa buscando quizás el cuadro. Se mostró muy preocupado por mi y me preguntó si podía hacer algo. Le respondí que se pasaría a medio día un amigo de toda confianza para recoger el lienzo y esconderlo. Y así fue. Desde entonces mi antiguo novio no se ha puesto en contacto conmigo -pensó un momento-. ¡Ah! Ese día le pedí que me mandara imágenes de alta resolución del lienzo para estudiarlo.

-Parte de esas imágenes son las que nos mandó en el pendrive -confirmó Isabel.

Llegados a la rue Fort du Sanctuaire, frente a la extraordinaria basílica de estilo románico-bizantino, Rubén se paró en seco observando el campanario de cuarenta y un metros de altura rematado con una estatua de cobre dorado con la Virgen y el niño. En aquella colina solo podía oírse la pequeña brisa de la noche y un murmullo de gentío proveniente del viejo puerto. Si apartar los ojos de aquella fachada blanca con mosaicos de piedra verde, permanecieron en silencio hasta que Rubén prosiguió.

-Es curioso -Parisi e Isabel lo miraron sorprendidas-. Según tengo entendido, el arquitecto fue un protestante… Henri Espérandieu. Un protestante diseñando una basílica católica -se giró hacia Parisi-. ¿Es verdad que está edificada sobre los cimientos de una fortaleza?

-Sí -respondió Parisi desconcertada-. La iglesia inferior, vamos la cripta, está excavada en la roca y es de estilo románico. La iglesia, por el contrario, es de estilo románico-bizantino. Fue consagrada el cinco de junio de 1864.

-¿Qué tiene que ver esto con los bocetos y el cuadro? -preguntó Isabel.

Rubén volvió alzar la vista hacia la estatua reflexivo.  

-Todo en Marsella tiene relación. Por cierto señorita Parisi, necesitamos ver las cartas, postales y todo el resto de la documentación que había en el baúl de su abuelo. ¿Le parece bien mañana por la mañana?

-Sí, claro. Mañana domingo no tenía planes. Si lo desean pueden quedarse a comer.

- Magnífico. Así probaremos autentica comida francesa.


***

Pocos saben que Le Panier es el punto de origen de la ciudad de Marsella, el primer enclave. En el siglo XIX se convierte en un barrio de pescadores y armadores debido a su cercanía con el viejo puerto. Allí se concentraron gentes de todos los rincones del mediterráneo creando un colage multicultural. Durante la Segunda Guerra Mundial fue destruida en parte por los alemanes y nuevamente reconstruida al finalizar la guerra, conservando ese crisol multicultural que tanto lo caracteriza. Pasear por sus laberínticas calles estrechas y empinadas supone descubrir un barrio pintoresco, dinámico, de edificios con fachadas coloristas y agradables plazoletas. Isabel y Rubén subieron la colina por Des Accoules, una cuesta medieval. A cada paso descubrían la marca mestiza en los talleres de artesanos famosos por las figuras de belén, en los alfareros e incluso establecimientos como bares y tiendas pequeñas de comestibles. Pronto llegaron a la Place de Lenche un magnífico lugar desde donde podía contemplarse el viejo puerto y antaño estuvo el ágora griega. 



Parisi los recibió con mayor hospitalidad y seguridad. El encuentro de la noche anterior disipó todos los temores sobre la conveniencia de confiar en ellos. La vivienda era antigua con ventanales que ofrecían espléndidas vistas al puerto y una decoración algo minimalista. La habitación principal estaba rodeada de estanterías repletas de libros de arte junto con novelas históricas, populares del XIX y poesía romántica. Junto a la ventana había una amplia mesa con cuadernos de notas, libros y una montaña de papeles grapados con los trabajos de sus alumnos. Sin embargo, llamó la atención varios cuadros colgados en la pared. Siendo ella una apasionada del Renacimiento, exhibía cuadros vanguardistas, de estilo cubista y surrealista. 

-¿De quién son los cuadros? -preguntó Isabel mientras los examinaba con el mismo interés que un forense.

-Los pintó mi abuelo hace años. Como ya les dije, le gustaba en los ratos libres. ¿Quieren tomar algo? Bien. Voy a por la documentación.

Puso una gran caja de cartón en el suelo, junto a una mesa baja de cristal, y comenzó a sacar cartas y postales. Todas ellas estaban escritas en alfabeto cirílico y provenían de varios lugares de Ucrania y Rusia. Algunas cartas nunca llegaron a abrirse por devolución mientras que otras guardaban marcas de años tempestivos, de viajes duros y esperanzas rotas. Las postales habían adquirido un tono pardo, con los bordes raídos y las imágenes en tono sepia, descoloridas por el paso del tiempo. ¿Qué historias encerraban aquellos caracteres? 

-Esto es todo lo que había, además del lienzo -dijo mientras se sentaba sobre la alfombra junto a los demás-. Me ha sido imposible leer la correspondencia. Ni comprendo el ruso ni es fácil descifrar la caligrafía.

-Veo que no hay fotografías. ¿Sus abuelos no conservaron alguna? -preguntó Isabel.

-Mi abuelo odiaba las cámaras de fotos. No le gustaba que le hicieran una. Se enfadaba cuando intentábamos robar una imagen.  Solo tengo de mis padres y mías.

-¿A qué se dedicaba su abuelo? -intervino Rubén mientras observaba atentamente las imágenes de las postales.

-Toda la vida ha trabajado en el taller de una joyería que hay en el viejo puerto. Se dedicaba a fabricar artesanalmente joyas, arreglarlas o fundirlas. Sin embargo, lo que mejor hacía era diseñar anillos, colgantes y collares para gente con mucho dinero. 

-¿La joyería era suya?

-No, pertenecía a Mr. Canetnes. Para mí es como un segundo abuelo. Me vio nacer y está muy apegado a la familia. Nunca se ha casado. Creo que siempre ha estado solo.

-¿Está…? ¿Quiere decir que aún vive? -preguntó Rubén dejando rápidamente las postales sobre la mesa y girando la cabeza hacia Parisi.

-A pesar de que va a cumplir cien años tiene una salud de hierro. Es una persona encantadora aunque algo reservada. Todas las semanas le visito para cuidar de que está bien y tiene todo lo que necesita.

Rubén sonrió satisfecho de haber encontrado el famoso hilo de Ariadna. Isabel volvió hacia los cuadros que había en la habitación contemplándolos como una estudiante en un museo.

-¿Qué me puede decir de los cuadros? -preguntó si dejar de mirar aquel conjunto de figuras geométricas-. ¿Cual era su estilo?

-Bueno, le gustaba experimentar, sobretodo con óleo. Decía que el óleo permitía tapar imperfecciones o hacer cualquier modificación sin tener que retirar la pintura. Jugaba mucho con las texturas. Se obsesionó con el vanguardismo, el arte abstracto, expresionismo, surrealismo, cubismo e incluso futurismo. En la casa de campo hay un estudio con centenares de cuadros.  

-¿No dio a conocer sus cuadros? No sé, exponiéndolos en galerías de arte o vendiéndolos. 

-No -sonrió Parisi evocando a su abuelo con aquella bata multicolor, siempre manchada de pintura seca, frente al caballete, paleta en mano con los colores en el borde mientras mezclaba en el centro con su viejo pincel-. Nunca le gustó hacer público sus obras.

Isabel se acercó a otro cuadro en el que se veía un campo seco, sin cosecha, y unos campesinos tumbados en la tierra agonizando. Los colores utilizados eran ocres, tostados y pardos. Incluso el cielo parecía reflejar la oscura tierra.

-¿Su abuelo era zurdo? -preguntó Isabel acercándose cada vez más al cuadro. La pregunta sorprendió a Parisi quien afirmó sin dudarlo. Miró a Rubén buscando una respuesta. Como si supiera lo que estaba pensando la marsellesa, Isabel sonrió y giró hacia donde estaban sentados-. Sencillo. Los trazos son siempre de derecha a izquierda. Los occidentales estamos acostumbrados a escribir de izquierda a derecha y esa dirección nos marca en todo lo que hacemos -hizo una pausa y volvió a mirar el óleo-. Los cuadros de su abuelo son poco comunes. Me interesa mucho su técnica.

A las doce del medio día Parisi preparó la mesa ofreciendo de primero una extraordinaria sopa de pescado con patatas y tomate llamada Bouillabaisse. La amplia variedad de pescado como salmonete, rape, mejillones o cigalas permitía disfrutar de una gran variedad de sabores. Lo había aprendido de su abuela, quien siempre le decía “quand ça bouille, abaisse!”. De segundo ofreció bacalao con legumbres cocidas y acompañados de salsa aioli. Y de postre puso beignet, lo que en España entendemos por buñuelo. El almuerzo transcurrió entre anécdotas de Marsella y pequeñas historias de su niñez entre lienzos, pinturas y joyería.

-Parisi, ¿habría posibilidad de hablar con Mr. Canetnes? -preguntó Rubén.

-Puedo concertar una cita para esta tarde. Suele ir al viejo puerto a tomar una copa después de cenar. Lo llamaré por teléfono.

Isabel aprovechó la ocasión para sugerirle visitar la casa de campo donde su abuelo guardaba los cuadros. Podía ayudarla a tasarlos y buscar compradores. Parisi aceptó encantada.

Rubén e Isabel salieron hacia el hotel para descansar y preparar el equipo fotográfico que llevaría ella a la casa de campo. Rubén, por el contrario, quería ordenar sus notas y preparar las preguntas que haría al viejo joyero.

-Hay algo que me desconcierta -dijo Isabel mientras bajaban por  Des Accoules-. ¿Como es posible que los cuadros Desfile en la Plaza Roja y el Jardín Dorado tengan la misma técnica, el mismo estilo, que los cuadros pintados por el abuelo de Parisi?

-Se nos escapa algo. No dejo de pensar en las cartas y en todas las casualidades. Primero recupero un cuadro de Víktor Petrograd, nos llega una carta con bocetos e imágenes de un cuadro del mismo autor, la semejanza con las pinturas del abuelo de Parisi y las cartas de Ucrania y Rusia. ¿Quién es Pierre Nouvie? ¿Cual es su pasado? ¿Qué nos oculta? ¿Por qué no hay una sola fotografía de su abuelo? Creo que las respuestas las tiene su antiguo socio de joyería Mr. Canetnes. Esta tarde saldremos de dudas.

-Mientras analizaré los cuadros de la casa de campo para verificar si son de la misma persona -añadió Isabel-. Fotografiaré los más destacados para poder estudiarlos a fondo en Madrid.

Llegando a Quai du Port, cerca del hotel, Rubén se percató de la presencia del mismo joven que la noche anterior estaba en el Ferry Boat fotografiando a una joven sin utilizar el flash. Se cruzaron intercambiando miradas y continuaron por caminos opuestos. 


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